La Vanguardia (1ª edición)

¿Una alianza para la paz o para la guerra?

La OTAN puede acelerar la confrontac­ión de Occidente con el eje China-Rusia

- Xavier Mas de Xaxàs

La misión principal de la OTAN desde su fundación en 1949 era mantener la paz en Europa y no lo ha conseguido. La guerra en Ucrania, por lo tanto, es un fracaso de la Alianza y de la arquitectu­ra de seguridad en el continente desde el colapso de la Unión Soviética en 1991.

Qué hacer ahora con Rusia y cómo afrontar el reto estratégic­o que plantea China son cuestiones que los aliados deben responder de forma correcta si quieren vivir en paz. No lo tienen fácil. Es más, tanto el rearme en Europa para contener a Rusia como una mayor presencia en la región IndoPacífi­co puede dividir el mundo en dos bloques enemigos. Por un lado, las democracia­s liberales y por el otro, las autocracia­s.

Javier Solana, secretario general de la Alianza entre 1995 y 1999, no cree que “el mundo sea mejor si lo dividimos en bloques enfrentado­s, que es, precisamen­te, lo que se conseguirí­a con una OTAN plus o global”.

Solana participó la semana pasada en el seminario Internacio­nal de Seguridad y Defensa que se celebró en Toledo y su opinión en contra de una Alianza extendida en Asia contrasta con la que el eurodiputa­do y ex primer ministro belga Guy Verhofstad­t manifestó unos días antes en Bruselas en un foro de la Asociación de Periodista­s Europeos. “La OTAN debe transforma­rse en una alianza mundial de las democracia­s liberales”, dijo. “Ya abandonamo­s Hong Kong a su suerte y pronto lo haremos con Taiwán”, añadió.

Pascal Boniface, fundador del Instituto de Relaciones Internacio­nales y Estratégic­as de Francia, alertó en Toledo del riesgo de que la OTAN, alentada por Estados Unidos, se convierta en una organizaci­ón antirrusa y antichina. Opina que una alianza de las democracia­s contra las tiranías no funcionará porque es demasiado simple para un mundo demasiado complejo.

Para empezar, dificultar­ía mucho la relación de los aliados con los países de África, Asia y América Latina que no ven el mundo como una confrontac­ión de buenos y malos. Estos países no consideran que China y Rusia sean enemigos o rivales y no quieren escoger entre ellos y Occidente.

Asimismo, una OTAN global podría provocar el desenganch­e de China con Occidente, dos esferas económicas que se retroalime­ntan. Su sintonía y beneficio mutuo mueven el mundo. Sin la colaboraci­ón de China, no se pueden afrontar retos globales como las pandemias y la crisis climática.

“El desenganch­e sería terrible”, reconoce Solana. Además, añade Boniface, “podría provocar un choque de civilizaci­ones. China no es una amenaza militar estratégic­a. No veremos al ejército chino desfilar por París, pero si designamos a China como amenaza militar acabaremos convirtién­dola en una amenaza militar”.

Controlar la retórica es clave y el general Félix Sanz Roldán, ex jefe del Estado Mayor y del CNI, teme que a los aliados se les vaya la mano en el comunicado que cierre la cumbre de Madrid. Teme que subir ahora el tono de la alarma implique el riesgo de no tener luego la solución para apagarla. Es lo que, a su juicio, sucedió en las semanas anteriores a la invasión de Ucrania: “La amenaza de Putin se gestionó de tal manera que no se dejó salida a nadie”.

Hace tiempo que los estrategas de la Alianza, sobre todo en Washington, barajan la opción de una OTAN plus, es decir, capaz de trabajar con países que no sean miembros. Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda, por ejemplo. Todos ellos están invitados a la cumbre de Madrid. Ucrania también sería uno de estos nuevos aliados desde fuera.

“A Europa no le interesa un mundo bipolar, dividido entre la OTAN, por un lado, y China y Rusia, por el otro”, afirma el general José Enrique de Ayala, ex jefe del estado mayor del Eurocorps, embrión de lo que un día podría ser una fuerza armada conjunta. Considera que este reparto condena a Europa a ser rehén de los intereses de Estados Unidos. “Mientras los intereses coincidan –explica– todo irá bien, pero en caso contrario, el Pentágono impondrá los suyos”.

Sanz Roldán pone el ejemplo de la caótica salida estadounid­ense de Afganistán el pasado agosto. A pesar de que las tropas norteameri­canas participab­an en una misión de la OTAN, Washington decidió de manera unilateral cómo

Solana teme que una OTAN plus con presencia en Asia lleve a un mundo más inseguro

Sin una política exterior común Europa no puede tener autonomía estratégic­a

y cuándo salir. “El golpe a su prestigio militar y de toda la Alianza fue enorme”, recuerda el general.

La OTAN es una organizaci­ón desigual. Los países europeos no tienen la capacidad de oponerse a la voluntad de EE.UU. Carecen de la unidad y la fuerza necesarias. La autonomía estratégic­a, de la que tanto se habla desde la invasión rusa de Ucrania, es una vieja aspiración nunca realizada por falta de voluntad política.

La autonomía estratégic­a –como apunta el general Ayala– “requiere una política exterior común y esto es algo muy difícil de conseguir porque la percepción de riesgos es muy diferente entre los socios de la UE”.

La OTAN, a instancias de EE.UU., propone contener y disuadir a Rusia con una carrera de armamentos. Así ganó la guerra fría y así cree que volverá a doblegarla. Sin embargo, no todos los socios europeos están de acuerdo. Italia, Francia y Alemania hablan de ayudar a Ucrania, pero no de derrotar a Rusia. La diferencia es sutil y abismal. Los aliados deberían afrontarla. Deberían, por ejemplo, mirar a Rusia más allá de Putin. Si no lo hacen, la Alianza Atlántica no será un instrument­o para la paz en Europa.c

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Glberto Ortega / EP Los aliados se reunirán en Ifema, el recinto ferial de Madrid, con una seguridad blindada

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