La Vanguardia (1ª edición)

El Govern planea mantener los actuales VTC

El decreto ley que se prevé aprobar en julio fija que las licencias con coche asignado puedan trabajar al menos dos años más

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Si el próximo 30 de septiembre la Generalita­t no ha regulado la actividad de los VTC, a partir de ese día estos coches no podrán prestar servicio en trayectos urbanos. Así lo fija el decreto Ábalos, que el anterior ministro de Transporte­s impulsó en el 2018 para lograr un alto el fuego en la guerra que el sector del taxi libraba contra los vehículos de alquiler con conductor, que consideran intrusos. Son cuatro años de una moratoria, que está a punto de vencer, pensada para que los titulares de estas licencias pudiesen recuperar la inversión hecha. Una vez completada, las comunidade­s autónomas serán las competente­s para decidir si siguen y en qué condicione­s.

El Govern trata de evitar llegar a la fecha tope sin norma propia, lo que comportarí­a la eliminació­n de la mayoría de los VTC. Y para ello ultima una regulación que quiere aprobar en julio y, en esencia, mantiene la actual situación durante dos años más prorrogabl­es en otros dos. En cierto modo es una nueva patada adelante motivada por las dudas legales que hay sobre el asunto y por temor a que falten coches en plena reactivaci­ón económica.

El texto, que la Conselleri­a de la Vicepresid­ència, responsabl­e de las políticas de transporte, tiene prácticame­nte cerrado, se prevé tramitar como decreto ley, según han explicado fuentes de este departamen­to. Pasado agosto el Parlament tendrá que convalidar­lo, para lo cual habrá que negociar con los grupos. Se ha elegido esta vía, y no una ley, porque hay cuestiones clave que están pendientes del pronunciam­iento de la justicia europea. Son la

Rllimitaci­ón del número de VTC mediante ratios en relación con el taxi y la obligación de contratar los servicios con un tiempo de antelación.

La regulación prevista por el Govern fija que solo puedan trabajar los titulares de licencias de VTC que tengan vehículo asignado. En Catalunya, la cifra ha ido variando en los últimos tiempos entre 2.500 y 3.000, sobre un total de 4.000 autorizaci­ones. Pero, según el último dato del registro estatal creado el pasado en febrero, había 1.455 coches activos, de los que más o menos la mitad correspond­e a plataforma­s –los “enemigos” del taxi– y la otra mitad a los servicios tradiciona­les de empresas, hoteles o similares.

En el departamen­to que dirige Jordi Puigneró no esperan que esta cantidad del entorno de 1.500 VTC, que consideran razonable en el actual contexto, vaya a crecer mucho. Creen que los que hasta ahora no han prestado servicio porque no les resultaba rentable difícilmen­te lo harán ahora. Aunque lo que pueda pasar es una incógnita ya que la actividad de transporte, muy mermada por la pandemia, se está recuperand­o a gran velocidad.

Aspectos ya incluidos en la actual regulación catalana, como la obligación de contratar el servicio con 15 minutos de antelación o la prohibició­n de captar de viajeros en la calle, se mantienen en el nuevo texto. Y se introducen nuevas condicione­s, que en Vicepresid­ència creen que evitarán que haya más VTC, como que los chóferes deban tener el carnet con un año de antigüedad o que el seguro obligatori­o sea equiparabl­e al de los taxis, que tiene más cobertura y un coste mucho mayor. La Generalita­t tiene previsto crear una nueva autorizaci­ón para que estos vehículos puedan prestar servicios urbanos y los entes locales serán los encargados de otorgar las licencias y fijar otros requisitos como los horarios y los descansos, así como su control.c

Uno de los aspectos que más golpean a Catalunya es la inacción de los poderes públicos frente a las necesidade­s de los ciudadanos. La cosa no va con la ideología de la gente sino con la capacidad de gestión de quienes administra­n sus intereses. Hemos vivido demasiado tiempo al albur de ideales y poca decisión en las cosas que son importante­s para la población. Desde el arranque del credo independen­tista hasta la actualidad, la gestión del día a día ha pasado a ser un tema secundario, y eso ha perjudicad­o a todos, incluido a los recalcitra­ntes votantes de la independen­cia, aunque ellos no lo sepan.

Por este motivo, toda idea que implique una mejora global hay que recibirla con los brazos abiertos. En los últimos tiempos, el Àrea Metropolit­ana de Barcelona (AMB) ha movido los hilos en aras de ideas globales que pueden sumar intereses positivos para la ciudadanía. Hace unos meses, el vicepresid­ente ejecutivo del AMB, Antonio Balmón, lanzó una idea clave que debería contar con mayor reconocimi­ento para ser aplicada. Planteó un sistema común entre todos los municipios pertenecie­ntes al área para llevar a cabo un plan de seguridad global. No basta en los tiempos que corren que un Ayuntamien­to planee un plan contra la delincuenc­ia si los municipios colindante­s hacen oídos sordos a tales planes. Vivimos tiempos en los que los problemas de seguridad para los ciudadanos son globales, y no sirven de nada iniciativa­s estancas de un solo Ayuntamien­to. No se trata de crear un

Vicepresid­ència estima que con la nueva norma catalana la cifra de 1.455 vehículos que hay en servicio no variará mucho

Los problemas de seguridad son globales, no sirven iniciativa­s estancas de un solo Ayuntamien­to

cuerpo policial metropolit­ano sino de que la totalidad de las policías locales –y también los Mossos– funcionen en la misma dirección.

Hace pocas fechas, el AMB puso sobre la mesa otra idea fundamenta­l para el futuro de la zona. Se presentó la propuesta para la iniciativa económica y la reindustri­alización de la zona más poblada y más pujante económicam­ente de Catalunya. Este plan, en contraposi­ción con el Pacto Nacional por la Industria lanzado por la Generalita­t, cuenta con el apoyo de las patronales Foment y Pimec y los sindicatos UGT y CC.OO. Mientras el plan autonómico sigue encallado sin soluciones, el metropolit­ano cuenta con el apoyo y las voluntades para que aporte cuestiones que ayuden al conjunto del tejido social. Aquí no se trata de medallas para una administra­ción u otra sino de que aporte soluciones para que el grueso de los ciudadanos cuente con salidas que impliquen beneficios tangibles vote lo que vote el beneficiar­io. Catalunya está en una situación de emergencia respecto a otras comunidade­s. Quien crea que todavía podemos disfrutar de un pasado en el que toda España hacía genuflexio­nes con el pedigrí industrial de Catalunya no vive en los tiempos actuales. Ya no somos la punta de lanza que fuimos y por tanto hay que ponerse las pilas para dar soluciones y oportunida­des a nuestros residentes y ejemplo a quienes impresiona­mos en el pasado y ahora no nos consideran como nos gustaría.

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Litert Teixidó Un vehículo de alquiler con conductor en el centro de Barcelona

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