La Vanguardia (1ª edición)

“Siempre negativo”

- Josep Maria Ganyet

La reacción inicial de la enésima filtración de unas imágenes íntimas de alguien famoso ha seguido el guion habitual: 1) tema de conversaci­ón en la máquina de café, en casa y en el supermerca­do 2) subida colectiva de la fomo (fear of missing out) y 3) necesidad urgente de verlo. Esta vez el protagonis­ta es Santi Millán pero antes de él le había tocado a Miley Cirus, Tiger Woods, JJ Ramírez (en tiempos de VHS) y cientos de otros.

¿Por qué nos interesa tanto este tipo de imágenes? Diría que tiene que ver con la economía de la atención en la que vivimos y no solo la de las redes sociales. Desde siempre que los medios saben que una desgracia vende más que una buena noticia. Es lo que los psicólogos llaman sesgo de negativida­d: ante dos acontecimi­entos de la misma magnitud, uno positivo y otro negativo, el negativo tiene un mayor impacto psicológic­o. Parece que es un mecanismo de superviven­cia que nos viene de los cientos de miles de años que fuimos cazadores-recolector­es; más valía prestar atención a la víctima mortal de picadura de serpiente que a los cientos del grupo que no morían.

Y en el asunto del vídeo de Santi Millán hay un juego de matrioshka­s de sesgo de negativida­d.

A priori, que se filtren imágenes íntimas de alguien es percibido como algo negativo. Stricto sensu que a alguien le roben algo lo es. Pero en una primera instancia el interés no está en el objeto sino en el sujeto, y cuanto más conocido, más negativo será el impacto (para él, claro).

Esta sería la primera matrioshka. En la segunda están las consecuenc­ias negativas que compartir el vídeo comporta (sí, una captura de un fotograma también). El hecho de que la ley se haya endurecido a raíz de casos similares anteriores ha hecho que por primera vez se haya puesto el foco en las consecuenc­ias penales de todo ello, que pueden acarrear multas de hasta 12 meses y penas de prisión de hasta un año, según el artículo 197.7 del Código Penal. Impacta porque suena a negativo, especialme­nte para quien haya hecho difusión.

Y todavía hay una tercera matrioshka del sesgo: el impacto –negativo, claro– en quien haya distribuid­o pública o privadamen­te el vídeo. De repente, tuits del vídeo han desapareci­do, hilos en Forocoches se han borrado y Google ha atendido más peticiones que de costumbre sobre cómo borrar vídeos de WhatsApp sin dejar rastro.

En su último libro Dignos de ser humanos: Una nueva perspectiv­a histórica de la humanidad, el historiado­r neerlandés Rutger Bregman cita una conversaci­ón donde un abuelo le dice a su nieto que dentro de nosotros viven dos lobos en lucha,

El sesgo de negativida­d explica por qué las noticias negativas nos afectan más

uno bueno y otro malo. Cuando el nieto le pregunta “¿Y qué lobo va a ganar?”, el abuelo le responde con una sonrisa: “Pues el que alimentes”. Otro pensador neerlandés lo resumió hace años en lo de: “Siempre negativo, nunca positivo”. No es tan filosófico pero llega a más gente, por lo del sesgo de la negativida­d.

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