La Vanguardia (1ª edición)

Humildemen­te grande

- Eco moíahís

Hijo de una lavandera y un conductor de autobús. Con seis hijas y dos hijos. Mi padre fue de los primeros negros que condujo un autobús y a mi madre no le dejaron ser maestra.

¿Qué recuerda de su infancia?

Muy poco, porque han pasado muchos, muchos años.

Seguro que algún recuerdo tendrá.

La insistenci­a de mis padres de que fuéramos productivo­s, responsabl­es, educados y honestos. Me inculcaron que si tú eres agradable con la gente, la gente será agradable contigo, y es cierto. Ser amable es mi credo.

Cuando acabó la Segunda Guerra Mundial usted tenía 8 años.

No me quiero acordar.

Supo pronto que la música era lo suyo.

Comencé a tocar el violonchel­o a los 10 años. Era una pasión.

¿Un negro en aquellos años tenía futuro en la música clásica?

Yo pensaba que sí, trabajé mucho para ello, pero nunca dejaron de desanimarm­e. A los 18 años recibí una beca para la Eastman School of Music y me selecciona­ron para tocar en la Orquesta Filarmónic­a de Rochester.

¿Entonces?

Entonces uno de los directores de ese año, Leopold Stokowski, tras un ensayo me dijo que le encantaría tenerme en su orquesta pero que no era posible porque era negro.

¿Hasta qué nivel ha sufrido el racismo?

Tanto que tuve que cambiar. Fue así como me convertí en un músico de jazz, son recuerdos dolorosos.

A los 22 años llegó a Nueva York. ¿Qué le sorprendió?

Que hubiera tantos músicos excelentes. Podías salir todas las noches a escuchar algo excitante, esa era la gran forma de aprender.

¿Era usted ave nocturna?

Llegué a Nueva York con mi mujer y mis dos hijos, no iba de fiesta, solo hacía que estudiar y estudiar, e intentar ganarme la vida.

Uno de sus hijos murió.

No quiero hablar de ello, todavía duele.

¿Cómo llegó a formar parte del quinteto de Miles Davis?

Tenía 23 años. Dieron un concierto en Rochester, a las afueras de Nueva York, necesitaba­n que alguien les llevara a la estación de tren y ese fui yo. Poco después me uní a ellos.

De pocas palabras, prefiere hablar con su música. Es un hombre amable y con humor, pero por encima de todo sorprende su humildad. Ganador de tres Grammys, cuenta con un récord Guinness por ser el contrabaji­sta que más discos individual­es ha grabado en la historia, pero él no ha llevado la cuenta. Enseñó en el City College de Nueva York 20 años y actualment­e da clases particular­es porque da lo que tiene. Me dice que le pide a Dios que no le deje desaprovec­har la oportunida­d de ayudar a las personas, pero no me explica que ha trabajado desde sus inicios con la Jazz Foundation para salvar los hogares y las vidas de los músicos de jazz y blues de edad avanzada. Es hijo de una humilde familia numerosa marcada por el racismo. Formó parte del mejor quinteto de Miles Davis y sigue brillando. El 3 julio clausura el Festival de Jazz en Andorra.

Cada noche era una oportunida­d única para hacerlo lo mejor que podíamos.

¿Cree en el destino?

Rotundamen­te sí.

Usted es uno de los gigantes del jazz.

Es cierto, soy alto, ja, ja, ja. No me considero el mejor, lo único que pretendo es conseguir que cuando estoy tocando suene bien.

El contrabajo siempre estaba atrás y usted consiguió ponerlo delante.

La música es un trabajo exigente, no una forma de pasar el rato. Todavía hoy para mí sigue siendo eso: trabajo y oportunida­d de hacerlo está vez mejor.

¿Qué le ha enseñado la vida?

Cada día es una oportunida­d para vivir con intensidad y para hacer buena música con mis queridos amigos, aunque alguna vez tengo que tocar con gente que no son amigos.

¿Cómo es el amor para un trotamundo­s?

Mi mujer es mi compañera y mi mejor amiga, y la música es mi socia; he podido conjugar ambas cosas: una suerte.

¿Cómo la conoció?

En la iglesia una mañana. Yo era joven y viejo a la vez. Suficiente­mente joven para ser curioso y bastante mayor como para darme cuenta de que era la mujer de mi vida.

¿Qué cualidad humana admira?

Por encima de todas, la honestidad.

¿Qué le han dado y quitado los años?

Los años no me han quitado nada, al revés, me han permitido ver cómo la gente siente la música y ser plenamente consciente de que hay que aprovechar todas las oportunida­des que la vida te ofrece. Tengo 85 años, pero yo sigo creciendo y aprendiend­o.

¿Qué le pide a Dios?

Dame paciencia para entender que todos somos distintos y no dejes que desaprovec­he la oportunida­d de ayudar a las personas.

¿Qué ha significad­o la fama para usted?

Solo soy un chico que trabaja los fines de semana y da clases , ahora particular­es.

¿Qué quiere transmitir a los jóvenes?

Que sigan buscando las mejores notas. Todos los bajistas deberían estudiar música y armonía sin parar.

¿Soñaba que algún día llevaría el jazz a donde ha conseguido llevarlo?

Ni siquiera lo imaginé.

¿Qué le mantiene en los escenarios?

Tratar de mejorar cada noche.

¿Cuál es su sueño?

Seguir disfrutand­o mañana.

¿Qué ha sido lo difícil?

La guerra. No puedo creerme que aún siga habiendo guerras en el mundo.

¿Qué siente cuando está tocando?

Pierdo el mundo de vista y el sentido del tiempo.

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