La Vanguardia (1ª edición)

Turquía, el socio en la línea del frente

La guerra a orillas del mar Negro ha vuelto aún más estratégic­o al país que controla sus accesos

- Jordi Joan Baños Estambul. Correspons­al

Hasta el último minuto. Turquía ha podido mantener su pulso al resto de la OTAN, gracias a su condición de socio estratégic­o. Valor que se ha acrecentad­o con la guerra a orillas del mar Negro.

Por elevadas que fueran las presiones desde todas las cancillerí­as, en un momento grave de la historia de Europa, las llaves de los Estrechos Turcos, que comunican el mar citado con el Mediterrán­eo, siguen donde estaban.

Aunque está por ver la concreción de las concesione­s que la presidenci­a turca dice haber arrancado a Suecia y Finlandia, el peso de Ankara en la organizaci­ón ha quedado demostrado.

A los que ven a los países nórdicos como socios mucho más idóneos para la OTAN que una atribulada nación musulmana, Recep Tayyip Erdogan debía recordarle­s ayer que Turquía lleva la friolera de setenta años en sus filas. Más que la República Federal de Alemania.

Puede decirse, además, que los turcos pagaron con su sangre el acceso a la alianza occidental, en lo que fue una especie de premio por parte de Washington, por sus sacrificio­s en la guerra de Corea.

Vendrían muchos más, en tanto que país fronterizo con la Unión Soviética. La famosa crisis de los misiles, en la época de J. F. Kennedy, tuvo una famosa dimensión cubana y una mucho más discreta dimensión turca.

Hoy, como entonces, Estados Unidos mantiene una cantidad indetermin­ada de ojivas nucleares –alrededor de 50– en territorio turco, supuestame­nte en la base aérea de la OTAN en Incirlik. Aunque no es el único país europeo que participa en dicho programa, sí que es el más expuesto, al ser el más cercano a territorio ruso.

Dicho riesgo no es motivo de debate en un país marcial, donde el culto al general Atatürk sigue centrando los programas escolares y donde los niños, antes que futbolista­s, sueñan con ser soldados.

Pese al supuesto laicismo de la institució­n, hoy como ayer, los quintos se van a la mili coreando en árabe, en la estación de autobuses, “¡Ya Alah, Bismilah, Alahu Akbar!”.

Aunque la alusión a la grandeza de Alá pueda parecer poco atlantista, lo cierto es que el apoyo a la OTAN es más alto en Turquía que en ningún otro país. Este es transversa­l en la clase política y algo superior entre los votantes de la coalición del islamista AKP de Erdogan y el ultranacio­nalista MHP.

Puede alegarse que los turcos hacen de la necesidad virtud y que una Turquía fuera de la OTAN, con Grecia dentro, estaría en una posición más débil en Chipre y en sus contencios­os en el Mediterrán­eo Oriental.

Erdogan tuvo ayer unas palabras sarcástica­s para Atenas: “Grecia le ha cedido nueve bases militares a EE.UU. ¡Dicen que es para contener a Rusia!”.

El atlantismo turco ha sobrevivid­o incluso a la intentona golpista del 2016, que fue condenada con mayor celeridad y firmeza en Moscú o Caracas que en Bruselas o Washington.

Sin aquel episodio, en que decenas de F-16 tomaron el país como rehén, difícilmen­te Erdogan se habría decantado por su adquisició­n más polémica. Las baterías antiaéreas rusas S-400, diseñadas para derribarlo­s. Una compra que le ha costado cara a Turquía, descabalga­da del programa del F-35 estadounid­ense, en cuya fabricació­n participab­a.

El desbloqueo en el Congreso de Estados Unidos de la venta de 40 cazas F-16 figurará de forma preeminent­e en el cara a cara de hoy entre los presidente­s

Tras 70 años en la OTAN, Ankara se ha permitido mantener el pulso hasta el último minuto

Erdogan y Biden.

Antes de tomar el avión, en Ankara, Erdogan se había mostrado tajante: “No esperamos palabras sino hechos.“

Tampoco hay que olvidar que el ejército turco es el segundo con más efectivos de la Alianza, recienteme­nte activo en Siria, Irak, Libia, Chipre y Azerbaiyán. Su programa de modernizac­ión – e indigeniza­ción– empezó mucho antes de los llamamient­os atlantista­s a gastar un 2% del PIB en defensa.

Hasta ayer, las tácticas dilatorias de Turquía alimentaro­n su imagen de equilibrio entre Moscú y Kyiv, algo que ningún otro socio de la OTAN se permitiría. Dicha ambigüedad le ha hecho acariciar una cuarta operación militar en el norte de Siria, para la que necesita la doble luz verde de EE.UU. y, sobre todo, de Rusia. Su objetivo declarado, una franja de 30 kilómetros al sur de su frontera, libre de milicianos kurdos.

De momento, Erdogan dice haber obtenido de los nórdicos, por escrito, todo lo que exigía. Así que volverá de Madrid cargado de razones para las elecciones del año que viene, que tiene cuesta arriba.c

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Tfeay BeMadr i RefteMs Un grupo de personas se encarama a un tanque del ejército turco en Ankara, durante el intento de golpe del 2016

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