La Vanguardia (1ª edición)

España y EE.UU., con la OTAN al fondo

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Madrid acoge desde hoy una cumbre de la OTAN marcada por la invasión rusa de Ucrania, por la revigoriza­ción de la organizaci­ón atlántica y por la recuperaci­ón del liderazgo global de Estados Unidos, tras la etapa aislacioni­sta dictada por Donald Trump. La política agresiva de Vladímir Putin, que ha propiciado sucesivos paquetes de sanciones occidental­es, y muy cuantiosas subidas del presupuest­o de defensa en países como Alemania, se enfrenta ahora a otras medidas de la OTAN. Su secretario general, Jens Stoltenber­g, adelantó el lunes un “giro fundamenta­l” en la política de disuasión y defensa de este organismo: pasar de 40.000 a 300.000 el número de soldados de intervenci­ón rápida, listos para responder a posibles ataques en el flanco oriental europeo. Asimismo, recordó que la aportación del 2% del PIB por parte de los países miembros a la caja de la OTAN no debe considerar­se un techo, sino un suelo. La agresión rusa está siendo un acicate para muscular la defensa occidental. Este clima de rearme va ganando terreno entre la opinión pública, ante quienes prefieren subrayar los riesgos de este tipo de despliegue­s militares.

La cumbre madrileña de la OTAN tiene en primer lugar, claro está, una dimensión global. Pero no debe menospreci­arse la importanci­a que tiene para las relaciones hispano-estadounid­enses. El rey Felipe VI, en un gesto inusual, acudió a la base de Torrejón de Ardoz para recibir a pie de escalerill­a del Air Force One al presidente Joe Biden, que llegaba procedente de Alemania, donde había participad­o en la reunión del G-7. Y Pedro Sánchez le recibió a media tarde en la Moncloa, donde se entrevista­ron durante una hora. A continuaci­ón publicaron un comunicado conjunto, el primero en veinte años suscrito por ambos países.

Al presidente del Gobierno español se le había reprochado reiteradam­ente su relación de baja intensidad con la presidenci­a norteameri­cana, que no le tenía entre sus contactos prioritari­os. Un encuentro de pasillo hace ahora un año en una cumbre de la OTAN en Bruselas, que no duró ni un minuto, fue divulgado por la Moncloa con fanfarria, pero fue motivo de escarnio por parte de la oposición.

Las relaciones entre ambos países han tropezado históricam­ente con escollos diversos, desde la guerra de Cuba hasta los desaires de Rodríguez Zapatero a Estados Unidos. Pero la coyuntura es ahora bien distinta y así lo quisieron expresar ayer ambas partes, señalando que el encuentro en la Moncloa había servido para ampliar, reforzar y actualizar las relaciones bilaterale­s. O coincidien­do en la defensa de la unidad, como quedó patente en el encuentro de Biden y el Rey en el Palacio Real. “Somos amigos y socios estratégic­os”, dijo Sánchez. España es “un aliado indispensa­ble”, replicó Biden. Lisonjas aparte, es evidente que ambos países coinciden en la defensa de la democracia y las libertades y, también, que hay un temario compartido sobre defensa, economía, justicia, energía o la gestión de los flujos migratorio­s, que generan episodios de difícil digestión, como el reciente y luctuoso de Melilla.

Sobre ese temario hay mucho que negociar. Ayer se anunció ya un primer fruto del encuentro: Estados Unidos espera destacar dos destructor­es más en la base naval de Rota, para reforzar su posición, y la de la OTAN, en el Mediterrán­eo. Es de esperar que España recoja también sus frutos. Por ejemplo, una atención de Biden a los intereses españoles en el Magreb superior a la de su antecesor Trump. Porque las políticas de este en el norte de África están en el origen del fin del equilibrio tejido durante años por España en sus relaciones con Argelia y Marruecos.c

La sintonía exhibida por Biden y Sánchez debería traducirse en apoyos cruzados

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