La Vanguardia (1ª edición)

‘Boomers’ contra ‘millennial­s’

- Lluís Amiguet

Hasta hoy la vejez era deflacioni­sta. Los viejos gastaban menos. Se esperaba del jubilado virtuoso que empezara a morir por el bolsillo y morigerara sus hábitos renunciand­o a cualquier tentación de excesos, pompas y vanidades: los ancianos ricos, para dejarlo todo a los hijos; los pobres, porque no tenían más remedio.

El envejecimi­ento de la población nos iba a hacer así ahora, con su sacrificio, más virtuosos y sostenible­s a todos. Y en los modelos económicos siempre se considerab­a que la vejez reducía la demanda. Un país envejecido sería, por tanto, un país ahorrador.

Pero los boomers vamos a ser –ya somos– unos posmaduros diferentes. Y, además, mayoría y lo seremos hasta que nos muramos, porque hemos tenido muchos menos hijos que nuestros padres.

Los datos globales del National Transfer Accounts Project demuestran que en EE.UU., Japón, Alemania y los 40 países más ricos del mundo, y entre ellos España, las cohortes demográfic­as de boomers (nacidos en el baby boom entre 1960 y 1977) gastan mucho más que sus padres y ya han dejado inservible­s las prediccion­es de la OCDE.

Resulta que los primeros boomers que llegan a la jubilación, por lo menos los más ricos, siguen comprándos­e coches y casas, haciendo cruceros sin los nietos y dejándose fortunas en vacaciones y cenas con amigos. Los economista­s han bautizado el fenómeno como el silver tsunami (tsunami plateado) y los publicitar­ios ponen al día sus anticuados clichés millennial­s: basta de modelos tatuados con barbas inverosími­les comprando deportivos eléctricos carísimos; bienvenida­s las arrugas a los anuncios de lujo.

El tercio más rico de los boomers jubilados está gastando como si no hubiera un mañana (tal vez porque ya no creen que haya un cielo) y eso genera inflación, porque derrochan, pero no producen. Así que el pato lo pagan los millennial­s. En especial, el 50% más pobre que en Occidente vive con sus padres hasta los 31 no solo porque los quieran mucho, sino porque cobran la mitad de lo que cobraban ellos a su edad. Y sin la expectativ­a de mejorar el sueldo, que sus papis sí tuvieron.c

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