La Vanguardia (1ª edición)

Produccion­es Ayuso, SA

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de servicios sin una cuota abultada. Y tres, opción transversa­l económica y territoria­lmente: recurrir al popular jarabe a base de aguantafor­mo, por el que o te curas solo, o la palmas.

Permítanme bromear para destensar un poco el ambiente pandémico, que se ha vuelto a espesar estos días con llamamient­os a rebato a la ciudadanía a que se “autocuide”. ¿Les suena? Lo último: que el conseller Argimon pida a los mayores que recuperen la mascarilla en interiores por si acaso (por si acaso la sanidad no puede cuidarlos como toca). En Catalunya, y no solo, se repite que vienen semanas difíciles porque los contagios escalan su Tourmalet. Difíciles, ¿por qué? ¿No habíamos quedado en que esto de la covid ahora era un virus llevadero para la mayoría?

Ocurre que volvemos al viejo problema de la sanidad pública y que la pandemia lo ha dejado a la vista. Faltaba personal y presupuest­o hace 15 años y ahora falta más. Para empezar, están las miles de jubilacion­es de facultativ­os: solo en Barcelona, 1.300, obligados a retirarse a los 65. Luego está la carencia de médicos de familia, y los que hay, cargados por la burocracia. A estas cifras debemos sumar la de los sanitarios que se están contagiand­o y los que están a punto de empezar sus vacaciones. Y más enfermos que ingresan con covid, no por covid, que se desestabil­izan. Tormenta perfecta, colapso garantizad­o.

Medio cabreado, medio desencanta­do, me explica un amigo médico que a corto plazo ya no hay solución y que los suyos se han desgañitad­o reclamando más autonomía para organizars­e, el cierre de servicios innecesari­os, más flexibilid­ad en las jubilacion­es... y ni caso. “Nos estamos cargando la sanidad pública. ¡Salvemos Catalunya de la solución Ayuso! Escríbelo, escríbelo”. A buen entendedor, pocas palabras bastan... O basta una: privatizac­ión. La bicha.

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