La Vanguardia (1ª edición)

Serena Williams choca con los molinos de viento

- Sergio Heredia

Llegados a este punto, solo podemos preguntarn­os:

–¿Qué busca aún Rafael Nadal? ¿Por qué sigue jugando, si tan maltrecho tiene el pie?

Si le preguntan a la leyenda, entonces la leyenda recurre a lugares comunes. Y se parapeta tras la modestia y el sentido común:

–No estoy pensando en redondear el Grand Slam (acumular los cuatro grandes en un solo año). Y tampoco estoy pensando en acabar como el tenista masculino con más títulos grandes. Ya haremos balance cuando todo esto acabe... –decía en París hace veinte días.

Y sin embargo, la reflexión es inevitable: Nadal es Nadal, y eso le condena a pensar a lo grande. ¿Acaso lo lleva en sus genes? Nadal debe aspirar a aquello que en apariencia es imposible. Como encadenar los cuatro grandes en un año (entre los hombres, solo lo ha logrado Rod Laver, en 1962 y 1969; entre las mujeres, Margaret Court en el 70 y Steffi Graf en el 88).

O como elevarse hasta los 24 grandes títulos, tantos como Court, que es la plusmarqui­sta absoluta.

(...)

Cuando haya acabado este 2022, pasados meses o años, no habrá manera de describir qué es lo que está logrando Nadal.

Pues mientras se le descompone

Tan contundent­e como

■ temerosa aparecía Serena Williams (40) en Wimbledon, un flan en el primer juego, tras un año inactiva. La escena parecía un mal chiste, pues Serena Williams era una caricatura de sí misma y nadie la hubiera considerad­o una leyenda que iba tras el 24.º grande (el récord de Margaret Court). Y aunque luego se crecía, su reacción no le permitía llegar a buen puerto y caía ante Harmony Tan: 7-5, 1-6 y 7-6 (7). el pie izquierdo, maltratado por una lesión degenerati­va que arrastra desde hace quince años y le está derritiend­o el escafoides (el síndrome de Muller Weiss), y mientras busca soluciones recurrente­s y transitori­as para calmar el dolor, Nadal va sumando títulos y honores por allí por donde pasa.

Cojo y angustiado, se ha apuntado los dos grandes del año –el Open de Australia y Roland Garros–

y ahora ha puesto el foco en Wimbledon, tercer episodio de un ejercicio supremo. ¿No está tan cojo, no está tan angustiado?

Venga, hay que ir por pasos, partido a partido, como reclama el cholismo.

En este Wimbledon, Nadal (36) fue a dar su primer paso ayer, en su debut, ante un argentino desconocid­o para el gran público pero jugón y desacomple­jado como pocos.

Y sin embargo, no se arrugó ante el reto.

Cerúndolo jugó a la argentina, como Gaudio o como Coria, incluso como Schwartzma­n, y por momentos como Del Potro –se mostró sólido al servicio–, y con esas herramient­as trató de zarandear a Nadal, leyenda con un pie de barro cuya arrancada en vertical, hacia adelante, tiene sus limitacion­es.

Dejadas y globos manejaba Cerúndolo, en especial en los cinco primeros juegos, cuando la leyenda calentaba motores y, anestesiad­o el pie, se lo repensaba antes de echar a correr. Algunos apuros iba a sufrir Nadal, antes de acelerar para apropiarse de la primera manga y luego avanzarse un metro en su posición desde el fondo de la pista, pues necesitaba un antídoto para las dejadas.

Asimilado el estado de las cosas, el partido tendía a estabiliza­rse para Nadal: ya se había montado sobre Cerúndolo y ya el argentino parecía incapaz de lo imposible, derrotar a un terco Nadal, hasta que reaparecía en el tercer set para apuntársel­o y alargar un paso el compromiso.

Anestesiad­o y definitiva­mente terco, Nadal iba a acelerar en el desenlace, encadenand­o cuatro juegos, para mirar hacia adelante, donde asoma Berankis, segunda parada de esta carrera.

Un par de horas antes, Paula Badosa había invertido 56 minutos en deshacerse de Louise Chirico (6-2 y 6-1).c

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Serena Williams, anoche, en su partido ante Harmony Tan

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