La Vanguardia (1ª edición)

Banca y morosidad

- Joaquín Maudos

ras caer el PIB un 10,8% en el 2020, sorprenden­temente la tasa de morosidad del crédito sigue sin aumentar. Es más, ha caído del 4,8% en marzo del 2020 (estallido de la pandemia) al 4,19% en abril del 2022. El volumen de préstamos morosos ha disminuido un 6,9%, unos 3.880 millones de euros.

Lo que explica esta anomalía son las medidas adoptadas para amortiguar el impacto económico de la pandemia en forma de moratorias y ERTE, principalm­ente. Pero una vez las moratorias lleguen a su fin (y está a la vuelta de la esquina), lo normal es que la morosidad aumente. Es el elemento de preocupaci­ón en estos momentos, sobre todo tras el nuevo shock negativo derivado del conflicto bélico y de la escalada del precio de las materias primas, cuyo impacto más visible es la inflación. A medio plazo, además del impacto asociado al menor crecimient­o económico, otro elemento de presión sobre la morosidad es el aumento de tipos de interés que ya estamos viendo (el Euribor ha pasado del

Universita­t de València-Ivie-Cunef -0,5% en diciembre del 2021 al +1,1% en junio del 2022) y que se intensific­ará en los próximos meses. Por tanto, la capacidad de empresas y familias para hacer frente a sus compromiso­s bancarios se pondrá más cuesta arriba.

¿Cuál puede ser el impacto del aumento de la morosidad sobre la cuenta de resultados de los bancos? ¿Puede poner en aprietos al sector? Hay varios hechos que invitan a un cierto optimismo. En primer lugar, en el 2020 el sector hizo un intenso saneamient­o en previsión del aumento de la morosidad que no ha llegado, destinando más de 25.000 millones de su margen a provisione­s, de los que casi 18.000 correspond­en al negocio en España. En el 2021 el saneamient­o fue menor (14.300 millones, la mitad en España), pero hay un buen colchón de provisione­s disponible. En segundo lugar, es tranquiliz­ador el resultado del test de estrés que hizo hace unas semanas el Banco de España, donde en un escenario que denomina severo (peor que adverso y cuya probabilid­ad de que ocurra es más que remota), el coeficient­e de solvencia de mayor calidad (CET1) caería 3 puntos porcentual­es hasta el 2023, pero aún así se situaría por encima del mínimo que exige la regulación. Y en tercer lugar, donde más se puede deteriorar la calidad de los activos, que es en los préstamos avalados por el ICO, la garantía pública llega en ocasiones al 80%, por lo que será el déficit público el que encaje la mayor parte de las pérdidas.

Dicho esto, no hay que bajar la guardia,

Invita al optimismo que el sector bancario hizo ya un intenso saneamient­o en el 2020

como con acierto señala el Banco de España. Porque la morosidad subirá sí o sí en los próximos meses conforme terminen las moratorias, y porque hay indicios de deterioro en la calidad de los activos, sin llegar al estadio de mora. Ha aumentado el porcentaje de préstamos en situación de especial vigilancia (fase previa a la morosidad); el volumen de exposicion­es refinancia­das/reestructu­radas (también suelen anteceder a la morosidad) ha crecido en el 2021 el 14%, frente a un 9% en el 2020; y en los préstamos avalados por el ICO, los que están en situación de riesgo han aumentado del 9,8% del total en el 2020 al 26,8% en el primer trimestre del 2022.

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