“Rusia no puede ganar” La OTAN se compromete a apoyar a Ucrania “el tiempo que haga falta”
“El mundo ha cambiado mucho y la OTAN está cambiando también”, resumió ayer Joe Biden, presidente de Estados Unidos, al término de la cumbre que durante tres días ha congregado en Madrid a los líderes de los 30 países aliados, un reunión calificada de “histórica” y “transformadora” por la propia organización militar, que ha ordenado a sus estrategas que empiecen a planificar el que está llamado a ser su mayor despliegue de tropas en el continente desde la guerra fría.
Las conclusiones de la gran cita transatlántica no pueden ser en efecto más distintas a las que hace 25 años, también en la capital española, alcanzaron los jefes de Estado y de Gobierno de los entonces 15 países aliados. La evolución del panorama de seguridad desde la cumbre de Madrid de 1997 hasta la del 2022 se puede resumir en el súbito cambio de nombre de uno de los platos estrella del menú a disposición de periodistas y delegaciones, la ensaladilla rusa.
Ante la sorpresa de algunos observadores por la presencia de un plato con semejante nombre, poco conocido en otras latitudes, en una cumbre llamada a designar a Rusia como la mayor “amenaza directa” para la seguridad de la
OTAN, la empresa responsable del menú en el recinto ferial de Ifema, sede de la reunión, le cambió el nombre por el de ensaladilla tradicional (fuentes gubernamentales aseguran no tener nada que ver con la decisión).
La anécdota recuerda a la transformación de las french fries en las patatas de la libertad en Estados Unidos en el 2003 en pleno cisma con Europa por la guerra de Irak. Sin duda, la humilde tapa española, inspirada en efecto en la receta de un chef de San Petersburgo, habría encajado mejor en la oferta culinaria de la cumbre de Madrid de 1997, celebrada dos meses después de la firma del Acta Fundacional OTAN-Rusia, que abría la puerta a “una nueva era en las relaciones de seguridad en Europa y de cooperación”.
Pero de esa cumbre de finales de los años noventa salieron las invitaciones para el ingreso de República Checa, Hungría y Polonia, ofertas que unos años después se extendieron a Rumanía, Bulgaria, Eslovaquia y Eslovenia. Dos décadas después el presidente Vladímir Putin exigió anular esas ampliaciones mediante la retirada de las tropas de la OTAN de estos territorios además de renunciar a su histórica política de puertas abiertas, que en los años noventa llegó a extenderse a Moscú. La Alianza se negó a ceder. El 24 de febrero Rusia invadió Ucrania.
Reunida una vez más en Madrid, la Alianza Atlántica se conjuró ayer para que Moscú no gane esa guerra, un combate que se interpreta como un ataque a sus valores y el orden internacional basado en reglas. “Apoyaremos a Ucrania el tiempo que haga falta”, aseguró el secretario general de la organización, Jens Stoltenberg. El cansancio de las opiniones públicas occidentales ante el aumento de la inflación y el coste del gas y el petróleo estuvo presente en las declaraciones de los líderes. ¿Hasta dónde llegará el apoyo aliado? “Hasta donde haga falta para que Rusia no pueda derrotar
El anecdótico cambio de nombre de la la ensaladilla rusa por ‘ensaladilla tradicional’ indica un tiempo nuevo
Biden anuncia un nuevo paquete de ayuda militar para Ucrania valorado en 800 millones
a Ucrania y no pueda ir más allá de Ucrania”, dijo Biden.
“No sé cómo va a acabar esto, pero no acabará con una victoria de Rusia sobre Ucrania”, aseguró el norteamericano, que anunció otro paquete de asistencia militar a Kyiv valorado en 800 millones de dólares que incluirá armamento pesado. Los aliados se han comprometido además a acelerar la transición de las armas de la era soviética a equipos modernos.
Biden aseguró que Estados Unidos defenderá “hasta la última pulgada del territorio de la Alianza” e insistió en que Moscú ha conseguido “exactamente lo con