Treinta años de desconfianza mutua
Aunque siempre con discrepancias, antes de “amenaza”, Rusia fue para la OTAN un “socio estratégico”
Corría el año 2000. Poco después de ganar sus primeras elecciones, el nuevo líder ruso, Vladímir Putin, empezaba a buscar su sitio en el mundo y aprovechó la visita de Bill Clinton a Moscú para sondearle sobre la posibilidad de que Rusia se uniese a la OTAN.
Se lo contó el mismo Putin al cineasta estadounidense Oliver Stone en una entrevistas que le hizo en el 2015. Desde los años noventa y durante la primera década del siglo XXI Rusia y los países occidentales estuvieron intentando fomentar una amistad. El G-7 se amplía en el 2002 al G-8 para dejar sitio a Rusia. La Unión Europea celebraba dos cumbres al año con el presidente ruso. En el 2003 se creó el Consejo OTAN-Rusia para fortalecer las relaciones y en el 2010, con Dimitri Medvédev en el Kremlin, la Alianza calificó a Rusia como “socio estratégico” .
El conflicto armado en Ucrania ha terminado cambiando las palabras. En la nueva concepción estratégica de la OTAN aprobada en Madrid, la Rusia de Putin ya no es socio, sino “la amenaza directa y más significativa” para la paz y la seguridad de los aliados.
Las relaciones se rompieron en realidad tras la anexión de Crimea en el 2014, que propiciaron las primeras sanciones occidentales contra Rusia, y el comienzo de la guerra en el Donbass. Y de hecho, podrían haberse roto mucho antes, ya que aquellos años en los que Rusia se consideraba un aliado tampoco fueron sencillos. La relación siempre estuvo marcada por puntos de vista diferentes y, sobre todo, la desconfianza mutua.
En Occidente, políticos y opinión pública se escandalizaban por la actuación de Rusia en las guerras de Chechenia. Rusia, por su parte, siempre tuvo a la OTAN como una organización “ofensiva”, e incluso “agresiva”, como la ha calificado esta semana el portavoz de Putin, Dimitri Peskov.
Esta idea está basada, en primer lugar, en la expansión de la OTAN hacia el este, que Moscú siempre ha considerado una amenaza, o en acciones militares como el bombardeo contra Serbia de 1999, o la intervención en Iraq.
Además, a pesar de flirtear con Occidente, en los primeros años de Putin en el Kremlin se va introduciendo en la élite política y, por ende, en la sociedad, la nostalgia del poder que tenía la URSS. En el 2005, Putin dice que su desintegración fue “la mayor catástrofe geopolítica del siglo” XX.
Poco antes de las elecciones del 2000, las primeras que gana, Putin declara en una entrevista en la BBC que Rusia consideraría unirse a la OTAN, pero con la condición de ser tratada como un igual. Moscú siempre ha acusado a EE.UU. de buscar una relación con Rusia desde la superioridad.
En febrero del 2007, el líder ruso pronuncia un discurso en la Conferencia de Seguridad de Munich que es interpretado por muKremlin chos expertos y observadores como un momento clave de esa desconfianza. Putin proclamaba que el mundo unipolar, dominado por EE.UU., había acabado y que la expansión de la OTAN era un acto hostil. Con su economía en expansión gracias al gas y al petróleo, estaba diciendo que Rusia se había levantado y quería tener influencia en el mundo. Al parecer, no se le hizo mucho caso.
Los cuatro años siguientes, en los que Putin cede el sillón del a su socio Dimitri Medvédev mientras él se quedaba de primer ministro, marcan el último intento por reconducir las relaciones, pero también es el momento en el que se evapora la última esperanza.
En esos años se intentó resetear las relaciones con EE.UU. Obama visita Moscú en el 2009. Medvédev, Estados Unidos en el 2010. Y luego ambos firman en Viena el nuevo tratado Start de reducción de armas nucleares. La OTAN declara a Rusia “socio estratégico”.
Tras el último intento de mejorar las relaciones, con Medvédev, llegó la nueva guerra fría