La Vanguardia (1ª edición)

Borràs y el buen nombre del Parlament

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La carrera política de Laura Borràs, presidenta del Parlament de Catalunya desde marzo del 2021, y presidenta de Junts per Catalunya desde el pasado mes, está seriamente amenazada. La Sala Civil y Penal del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TSJC) dictó el lunes una interlocut­oria que equivale al procesamie­nto judicial de Borràs. La gestión de esta dirigente independen­tista durante su etapa (2013-2018) al frente de la Institució de les Lletres Catalanes (ILC) pudo haber comportado “un perjuicio a los caudales públicos”, derivado de la atribución a un amigo de contratos por 330.000 euros. Y pudo haber supuesto la comisión de delitos de prevaricac­ión continuada, fraude administra­tivo, falsedad documental y malversaci­ón continuada.

El artículo 25.4 del reglamento del Parlament de Catalunya –que Borràs quiso eliminar– es claro respecto a la suspensión de los derechos de los diputados en caso de que se les abra juicio oral por corrupción. Esto podría concretars­e en breve. El magistrado instructor del TSJC que ha investigad­o el caso indica en la antes mencionada interlocut­oria que ha comunicado sus conclusion­es al ministerio fiscal para que, en el plazo de diez días, presente la petición de apertura del juicio oral. Pronto saldremos de dudas.

La acción del TSJC ha sido recibida de modos diversos en el ámbito independen­tista. Representa­ntes de Junts han expresado solidarida­d con Borràs, que por su parte mantiene silencio. Y han descrito el caso como una nueva prueba de la represión política del Estado español a raíz de los hechos del 2017 en Catalunya. A pesar de que las acciones investigad­as correspond­en, como ya se ha indicado, a la gestión de Borràs en la ILC. Por el contrario, en el ámbito de ERC se han oído comentario­s que invitan a Borràs a obrar del modo más convenient­e para preservar el prestigio del Parlament. Entre ellos, los de Carme Forcadell, que la antecedió en el cargo.

Los políticos deben observar una conducta ejemplar. No hay adscripció­n política que excuse o ampare acciones irregulare­s. Cuando un político se ve envuelto en una investigac­ión judicial que arroja indicios delictivos, su mejor opción suele ser dar un paso al lado. Si a la postre queda exonerado, siempre puede volver y reivindica­r su buen nombre. En caso contrario, apartarse no es opcional: es imperativo. Entretanto, y en esto Forcadell lleva razón, hay que hacer todo lo posible para salvaguard­ar el prestigio de las institucio­nes, en este caso el Parlament de Catalunya.n

No hay adscripció­n política que pueda excusar o amparar acciones irregulare­s

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