La Vanguardia (1ª edición)

Y la lesión del pie, ¿alguien la recuerda?

Rafael Nadal sigue desfilando en Wimbledon: supera a Berankis y se cita con Lorenzo Sonego en la tercera ronda

- Barcel a

Ricardas Berankis es lituano y tiene 32 años y 36 presencias en torneos del Grand Slam. Y en ese largo periplo, nunca ha superado la tercera ronda de un grande.

Si acotamos su estadístic­a a Wimbledon, los datos decrecen más. Nunca, en sus nueve presencias en el All England, ha ido más allá del segundo capítulo.

Ese es su palmarés.

No nos engañemos: son números notables (¿qué tenista no ha soñado con jugar un solo Grand Slam?), pero son poquita cosa cuando la silueta de Rafael Nadal, el gigante de los 22 grandes títulos, asoma del otro lado de la red.

Bajo esos mimbres, se alumbraba ayer un compromiso asimétrico: acaso era demasiado para el cuerpo de Berankis, que ya iba asumiendo su triste destino al cierre del primer set, cuando el manacorí le rompía el servicio y le abría un cuerpo de ventaja, y se veía aún peor al cierre del segundo parcial, exactament­e por el mismo motivo.

Aun así, ni de ese modo se rendía el lituano, estajanovi­sta que peleaba y peleaba hasta apropiarse del tercer set.

Hasta aquí.

Nadal subía un punto más.

Y así, sin dejarse la vida y sin dejarse afectar por el parón de una hora a cuenta de la lluvia, la leyenda cerraba el compromiso (6-4, 6-4, 4-6 y 6-3, en 3h02m) y enfilaba hacia la tercera ronda de Wimbledon, allí donde Berankis (106.ª raqueta del mundo en la actualidad) nunca ha estado, allí donde le espera Lorenzo Sonego, ahora un peso medio del circuito.

(una estadístic­a ilustra lo que ocurría este jueves en Wimbledon: hace ocho años que Nadal no pierde ante un rival de ranking inferior al 106.º. Hay que retroceder hasta el 2014: en aquellos octavos de Wimbledon le había tumbado el hoy renacido y retador Nick

Ahora Nadal es más reposado, hombre maduro y tenista sabio que consume lo justo, tanto como un diésel

Kyrgios, entonces el 144.º del circuito)

Bien, pues aquí sigue Nadal. Y todo va adoptando el aroma de lo inconfundi­ble.

Cuántos procesos similares hemos vivido en los últimos 15 años: sin los rusos (ni Medvedev, ni Rublev, ni Kachanov ni Karatsev, vetados en Londres a cuenta de la guerra de Ucrania), sin Zverev (su rotura de ligamentos aún duele al recordarla), sin Auger-Aliassime (despachado por Cressy en su debut) y sin los confinados Berrettini (finalista el año pasado en Londres), Bautista (semifinali­sta en el 2019) y Cilic (finalista en el 2017 y semifinali­sta este año en París), Nadal se ha aupado a su carroza y otra vez avanza contemplan­do las miserias que se tienden a su alrededor.

Y ya nadie habla de su maltrecho pie izquierdo. Este asunto ha quedado aparcado, ya lo recuperare­mos en unas semanas.

(...)

Nadal no es ya un morlaco desbocado.

No es aquel fenómeno melenudo de pantalones pirata y tirantes, todo color, que entraba a la pista dando saltos, intimidand­o a los rivales

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Justin S tt rfi ld / G tty Rafael Nadal golpea de revés, ayer por la tarde en Wimbledon

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