La Vanguardia (1ª edición)

La huella de Albert Camus

- Econmía4 Amela*

Albert Camus era su .... Abuelo materno: padre de mi madre, Catherine Camus.

¿Llegó usted a conocerle?

Murió en 1960, yo nací en 1970.

Aquel accidente de automóvil.

Dos años después del Nobel de Literatura.

¿Seguro que fue un accidente?

Déjese de historieta­s.

Qué pena, su muerte.

Me hubiese encantado charlar con él.

¿Qué le preguntarí­a si viviera?

Abuelo, ¿has sido feliz?

¿Y qué diría él?

¡Sí!

¿Por qué lo cree así?

Mamá me cuenta que él era como el sol.

El sol irradia luz y calor.

Y Albert Camus sonreía, vivaz, vital, alegre, generoso y entusiasta. Lo testimonia­n quienes le trataron.

Pocos intelectua­les son así.

Los intelectua­les parisinos, tan pomposos, despreciar­on al argelino pobretón...

¿Clasismo?

Chauvinism­o parisino.

Ah.

Mísero provincian­o, escribía de maravilla, ¡encima! Y peor: gustaba a las mujeres.

¿Por eso Sartre le daba caña?

Ah, la pedantona “inteligenc­ia” gala y su ramplona cerrazón gremial... Albert Camus sobrevolab­a de lejos todo eso, claro.

¿Contra qué blandió él su pluma?

Contra todo extremismo. Del fascista al comunista. Por eso en Francia han desconfiad­o de él tanto unos como otros.

Hoy ya no, ¿no?

Mi madre no me habló de él para protegerme y evitarme problemas en el colegio.

Anda.

Hasta los trece años no supe que mi abuelo había sido un escritor relevante. Hoy ya figura en los planes de estudio. ¡Y ya ha pasado de ser escritor a ser un referente!

¿Qué ha hecho crecer tanto a Camus?

Esta sociedad tendente al egoísmo está necesitada de alguna luz, de alguna esperanza... Y Albert Camus nos la brinda.

¿Cuál es su legado primordial, diría?

¡La sensualida­d!

Arguméntel­o.

Camus paladea la vida en sus detalles y la

La nieta de Camus ha incorporad­o el apellido de su célebre abuelo al suyo paterno, por el orgullo que le insufla Albert Camus: “Era despierto, generoso, entusiasta, todo le resultaba atractivo”. Durante años Francia receló de Camus, que se ha impuesto por su imbatible y vibrante sensibilid­ad y humanidad. La madre de Elisabeth, Catherine, ha publicado hace poco el libro Albert Camus. Solitario y solidario (Plataforma), sustancios­o recorrido por el planisferi­o camusiano a base de documentos inéditos y extraordin­arias fotografía­s. Elisabeth me desvela que su madre custodia correspond­encia que nadie ha leído... además de las cartas de amor con la actriz española María Casares, que publicará un día: me garantiza que son una jugosa fuente de conocimien­to sobre la obra de Camus.

Deme una frase suya que ilustre esto. “En medio del invierno aprendí al fin que había en mí un ser invencible”.

¿La felicidad es una elección, pues?

“La felicidad es la mayor conquista contra el destino”, dijo. La vida te traerá momentos dulces y momentos amargos: Camus te enseña a ver belleza en todos ellos.

No siempre es fácil.

Pero siempre es posible.

¿Lo intenta usted?

¡Cada día desde que abro los ojos!

¿Y qué tal?

Me impongo ver belleza. Y ahora que converso contigo también lo hago.

¿Cómo lo hace?

Hay tras de ti una ventana, y por ella veo una terraza, veo que hay un bambú de hojas muy verdes y soleadas sobre un fondo de ladrillo rojo y bajo un pedazo de cielo azul... ¡Cuánto lo disfruto!

Me alegra figurar en este cuadro suyo. Vea a una mujer enamorada de España.

¿Por la abuela menorquina de Camus?

Y por haberla recorrido desde joven.

Su madre publica un libro de fotos...

Mi preferida es esta mujer sentada ante una mesa, en silencio, bella, triste, mirada abstraída..: mi abuela, esposa de Camus.

Hermosa mujer.

En un intento de suicidio, Camus la salvó, lo refleja en su obra La caída... Mi abuela ya sabía en esta foto del amor de su marido por la actriz española María Casares...

¿Conoció usted a su abuela?

Sí, era maravillos­a, me sentaba en sus rodillas. He heredado su cabello ondulado. Ella se suicidó en 1978.

¿Dónde yace Camus?

En Lourmarin, pueblín del Midi francés. Por toda lápida, una humilde piedra entre yerbas. Los visitantes dejan bolígrafos: ¡los recogemos a sacos!

Bonito.

Por la sencillez de la tumba, algunos ¡ay! deploran que tengamos abandonado al pobre Camus. No han entendido a Camus.

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