La Vanguardia (1ª edición)

Vivimos pegados al móvil para ver si la virtualida­d coincide con la realidad pura y dura

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interludio de las dos guerras balcánicas, los primos Jorge V de Inglaterra, Nicolás II de Rusia y Guillermo II de Alemania se reunían en Berlín para la boda de la única hija del káiser.

Nada hacia presagiar que dentro de un año los tres imperios estarían en guerra. Una guerra que nadie quería pero todo el mundo temía fatalmente. Se intentó frenar a Austria para que no declarara la guerra a Serbia después del atentado de Sarajevo del 28 de junio. Se presionó a Rusia para que no entrara en el conflicto en alianza con Francia y Gran Bretaña.

Lo imprevisto ocurrió fatalmente. Edgar Morin cuenta, desde la perspectiv­a de los más de cien años de vida, que todo lo que le ha ocurrido a él no estaba previsto ni planeado. Tampoco el futuro de los pueblos y los estados está escrito en ninguna parte.

Pero es evidente que estamos en medio de cambios muy profundos, cuyas consecuenc­ias desconocem­os. La guerra en Ucrania es un principal detonante que, por ahora, las dos partes no detienen. La distribuci­ón de los bienes de equipo, la energía y los alimentos han encarecido el coste de la vida. Llegará el punto de inflexión y vendrán tiempos mejores. El hecho de disfrutar de las vacaciones no esconde un problema de fondo relacionad­o con las desigualda­des sociales crecientes. Por ahí tiene que venir el cambio, que será lento pero inevitable.c

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