La Vanguardia (1ª edición)

Lula acaricia la victoria en la primera vuelta gracias al rechazo a Bolsonaro

Los sondeos trazan un escenario vibrante y explosivo, con el expresiden­te en el 51%

- Anxo Lugilde

A los presidente­s brasileños les ha pasado de todo. Getúlio Vargas se pegó un tiro en 1954 cuando lo querían deponer. Tancredo Neves falleció en 1985 sin poder tomar posesión. De los cinco últimos jefes de Estado electos, dos, Collor de Mello y Dilma Rousseff, cayeron por un impeachmen­t. Otro, Lula da Silva, pasó 580 días preso, siete años después de dejar el poder. Y el actual mandatario, Jair Bolsonaro, recibió una puñalada en la campaña del 2018. Lo que nunca pasó en este periodo democrátic­o es que un presidente surgido de las urnas fracasase al optar a la reelección, y menos aún en la primera vuelta. Pues eso es lo que anuncian ahora las encuestas.

Los sondeos y medias de encuestas de los tres principale­s periódicos, O Globo –de Río de Janeiro–, Folha de São Paulo y O Estado de São Paulo, sitúan al expresiden­te izquierdis­ta Luiz Inácio Lula da Silva con entre el 50% y el 52% de los votos en la primera vuelta, el 2 de octubre. Si es cierto, estaría en el filo de superar la mitad de los sufragios emitidos, sin esperar al 30 de octubre.

Ayer, en la media de O Estado de São Paulo, Lula estaba en el 51%, tras subir un punto, y Bolsonaro en el 36%, tras bajar otro tanto. Sin embargo, el presidente se ha mantenido estable en las últimas semanas, tras la recuperaci­ón del verano. Su rival ha vuelto a ese mágico 51%, nivel que ya tuvo varias veces. Puede estar movilizand­o abstencion­istas, captando indecisos y succionand­o la base de su exministro Ciro Gomes, que acusa a Lula de “fascismo de izquierdas” por su constante apelación al voto útil y su ofensiva para ganar ya.

Según Gomes, la propuesta del Partido de los Trabajador­es (PT) se limita a derribar al ultraderec­hista Bolsonaro. Al margen de la desesperac­ión de este candidato, situado en el 7% frente al 12% del 2018, esta elección es el duelo sobre quién es menos detestado. Y Lula encabeza la carrera porque lo rechaza, según Datafolha, el 39%, frente al 52% de su rival.

Bolsonaro aún tuvo que disculpars­e hace unos días por haber dicho que él no era “enterrador”, cuando Brasil llegó a los 300.000 muertos por la pandemia. Su desastrosa gestión ante lo que llegó a definir como una “gripecita” le lastra de forma brutal en el segundo país del mundo con más muertes, casi 700.000. Ahí se vio el caos de su forma de gobernar, lo que se suma, entre otros factores, a su defensa del golpismo y una misoginia indisimula­da. Estas posturas quizá le den algún voto, pero movilizan en su contra. A su favor tiene un apreciable descenso de las muertes violentas y una reciente mejora de la economía, pero en un país en el que según las oenegés ha vuelto a crecer el hambre.

En muchos de esos hogares ahora en serios apuros, Lula alcanza dimensione­s de santo laico, del impulsor del programa Hambre Cero, dentro de sus políticas de redistribu­ción, que incluyeron el acceso a la universida­d de pobres y minorías raciales.

Con o sin imágenes del expresiden­te en hornacinas, estos sectores tienden a perdonárse­lo todo, como sucede en los bastiones del Nordeste, donde sin Lula el PT le ganó a Bolsonaro en el 2018. Pero en el decisivo Sudeste, la región de São Paulo, pesa más toda la trama de corrupción en la que está probado que se involucró el PT, como un partido más del sistema que iba a limpiar. Y sobre Lula no son pocos los que lo consideran un corrupto aunque fuese exonerado.

Pero el demonio del 2018 cuya invocación, estando preso, llenó las urnas de votos para Bolsonaro aparece hoy como el único que puede librar al país de una plaga convertida en presidente.

Salvo sorpresa colosal, la victoria de Lula está tan cantada que ya se anuncia para la primera vuelta. En una situación normal, una derrota así llevaría al presidente vencido a mantener un perfil bajo hasta entregar el poder. Pero con Bolsonaro nada es usual. Podría haber hasta más conflicto, pues las elecciones se resolvería­n por un margen de votos menor. Ya ha dicho que si no gana a la primera con más del 60%, algo raro pasó. Y nadie podrá decir que no había avisado de su pulsión golpista.c

los brasileños van a decir a quién odian más y Bolsonaro, con un 52% de rechazo, supera al 39% de lula

la victoria a la primera debería resultar incontesta­ble, pero tiene el riesgo de que será por menos votos

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Agencnia Bizgeec / EAE El expresiden­te de Brasil y candidato izquierdis­ta Lula da Silva en un acto en São Paulo, esta semana

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