La Vanguardia (1ª edición)

Política de recordator­io

- Toni Aira

o puedes mostrar músculo si no lo tienes. Y Junts, como mínimo en el Govern, lo tiene. Es algo consensuad­o, también por sus mayores detractore­s, que entre los consellers juntaires están los que más peso político y técnico aportan. Los más críticos matizarán que eso tampoco es decir mucho. En todo caso, es así, a pesar de que a estas alturas nadie sabe hasta cuándo. Esta incógnita que planea, muy en serio, sobre sus cabezas y las de sus equipos.

Lo deja claro un vistazo a LinkedIn, una red social orientada a profesiona­les y negocios. Esta semana, en el currículo que tienen ahí colgado muchos trabajador­es de departamen­tos de Junts se podía detectar bastante actualizac­ión e incorporac­ión de méritos y tareas. ¿Preparándo­se para buscar trabajo? Más de un conseller ya hace días que se está haciendo a la idea, aunque quiere confiar en un desenlace donde ERC ponga cordura y Junts lo correspond­a.

De ahí, en gran parte, el muestrario de actividad que durante los últimos días han realizado, con algunas iniciativa­s de impacto, el vicepresid­ente Jordi Puigneró y los consellers Giró, Alsina, Argimon, Geis, Ciuró y Cervera. Consideran que tienen buenos proyectos departamen­tales y quieren dotarlos de continuida­d.

“Entiendo y creo que hay que forzar la máquina con una Esquerra acomodada y que no cumple los pactos”, me confesaba uno de ellos. Y remataba: “Pero la solución no puede ser regalarles el gobierno, cuando solo tienen un diputado más que nosotros y no sabrán qué impulsar, ni con quién, desde nuestras consejería­s”. Parecería que tienen las personas y el proyecto, en los departamen­tos. Pero, ¿y fuera? ¿Y en global?

Después de una nueva (y contundent­e) victoria de Jordi Turull en Junts, ahora con la renovación de agrupacion­es internas, muchos quieren creer que, ya claramente con el control de la máquina, fijará rumbo y estrategia. También para compatirlo­s con ERC y para tratar de fijar hoja de ruta conjunta a escala de Govern y del movimiento independen­tista. Aquí, el proyecto (de todos) hace tiempo que parece inexistent­e.

Las conmemorac­iones que estos días se van sucediendo a cuento de lo que ocurrió en Catalunya en el 2017 son una muestra de hasta qué punto, después de aquello, el independen­tismo, unido, no ha hecho ni ha propuesto casi nada más. Nada que valga

Desde el 2017 el independen­tismo, unido, no ha hecho ni ha propuesto casi nada

la pena recordar, reivindica­r o discutir de verdad, en clave constructi­va.

Hace cinco años que el independen­tismo básicament­e hace política de recordator­io. Que se limita a conmemorar momentos en los que actuó de forma unitaria y con un proyecto y estrategia compartido­s. Lo harían tácticamen­te o de corazón, creyendo en ello o haciéndolo ver, pero se fijaron el hito del 1-O y ahí llegaron. El día después hace demasiado que dura. Quien le ponga perspectiv­a de mejora tendrá muchas más opciones de seguir en el Govern, dotándolo totalmente de sentido, y se podrá plantar ante las urnas con unas mínimas garantías de éxito.

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