La Vanguardia (1ª edición)

Giro a la extrema derecha

- Manuel Castells

El auge de la extrema derecha en las elecciones suecas y la previsible victoria de una coalición dirigida por los herederos del neofascism­o en Italia esbozan un nuevo panorama político en una Europa desestabil­izada por la guerra, la crisis energética y la inflación resultante, cuando apenas salimos de la pandemia. A lo que habría que añadir la desaparici­ón de los partidos tradiciona­les en una Francia donde Macron solo sobrevive por ser el mal menor, la relevancia de Vox en la derecha española, el liderazgo de la nacionalis­ta Truss en los conservado­res ingleses, la hegemonía de la extrema derecha en Hungría y en Polonia y la fragilidad de las coalicione­s de gobierno en la mayoría de los países, empezando por Alemania.

El proceso político de cada país es idiosincrá­tico, pero hay dos factores comunes altamente significat­ivos.

El primero es la normalizac­ión de ideologías extremas en el sistema político y en una parte importante de la ciudadanía. En Suecia ya habían sumado las derechas para gobernar. Pero los partidos moderados se negaron a pactar con los Demócratas de Suecia, de origen neonazi aunque ahora se vistan de lagarteran­a. ¿Por qué ahora son aceptados? Porque ahora son el segundo partido de Suecia con más del 20% del voto mientras que antes tenían el 5%. Se rompió la línea roja para aislar al extremismo porque representa a mucha gente. ¿Por qué? El rechazo a la inmigració­n es un factor, pero aún más importante es la insegurida­d y el miedo. Miedo a la delincuenc­ia y a la violencia entre bandas que andan a tiros por las calles, una violencia achacada a la inmigració­n y a las minorías étnicas. Hay un clamor por imponer orden como sea. Además, las zonas rurales, étnicament­e homogéneas y depositari­as de los valores tradiciona­les, se sienten marginadas y han apoyado la proclama del líder nacionalis­ta Akesson de “Suecia primero”, remedando a Trump.

El segundo factor, aún más acusado en Italia, es el amplio rechazo popular a la clase política, especialme­nte entre los jóvenes. El “no nos representa­n” se exacerba cuando hay problemas graves, como ocurre actualment­e, que requieren medidas con un costo social. El sistema político italiano ya estaba en una crisis profunda que llevó al Gobierno al M5E, precisamen­te el partido que abanderó la crítica a la política tradiciona­l. Cuando se fraccionó perdió credibilid­ad. Y es que esta extrema derecha no es antisistem­a económico (al contrario), sino antisistem­a político. Es esencial que no confundamo­s los dos antisistem­a. Porque la crítica a un sistema económico injusto está representa­da por la izquierda en formas diversas. A la antipolíti­ca de la extrema derecha se añade la oposición a los nuevos valores de feminismo, ecologismo y solidarida­d, considerad­os elitistas. En último término se pone en cuestión la Unión Europea, fundada en esos valores.

El ascenso de la extrema derecha penetra y transforma la derecha tradiciona­l en búsqueda de superviven­cia. De ahí la polarizaci­ón creciente de la política, que se extiende a la sociedad y hace cada vez mas difícil nuestro convivir.c

La línea roja para aislar al extremismo ya se ha roto en Suecia, y en Italia está al caer

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