“El orgullo de ser de un sitio no está reñido con la pluralidad”
en el terreno de la confrontación y de la polémica y de la crítica. Y para eso tenemos el resto del año, la verdad. Las fiestas patronales son en realidad la celebración de todo aquello que nos une, un punto de encuentro de todos, de los guapos y de los feos. La pregonera Simón lo entendió perfectamente.
“¿Cómo puede ser que en una ciudad de acogida y de encuentros como Barcelona las nociones de origen y de pertenencia generen tantas desavenencias?”, dijo la joven madre ya al final de su pregón, quizás en los momentos más emocionantes de su intervención, poco antes de que todos los asistentes le regalarán un estruendoso aplauso.
“Necesitamos reivindicar nuestros orígenes para definir nuestra identidad –abundó luego Simón–. Pero el orgullo de sentirse de un sitio no está reñido con la celebración de la pluralidad, en verdad no tiene nada que ver con la exclusión del otro, del diferente. La Barcelona que queremos es la que escucha al otro, la que teje puentes, la que se convierte en un punto de encuentro. La Barcelona que queremos es diversa, plural y acogedora, la que abraza y escucha, la que te invita a convivir haciéndonos más humanos y más completos”.
Y estas palabras no indignaron a nadie. En esta ocasión ningún conejal se levantó airado y se largó mascullando durante la lectura del pregón. Sí, un pregón excelente. Porque Simón quizás no destacó como una gran oradora, pero sus palabras cumplieron con la primera regla del decálogo del buen pregonero, con un mandamiento demasiadas veces ninguneado: lla
Un toc d’inici interrumpido
Pregonera y alcaldesa. mar siempre al entendimiento, buscar un punto de encuentro, aquello que al fin y al cabo nos une a todos y hace que la convivencia sea posible, aquello que de veras merece la pena honrar con una gran juerga. ¿Acaso las fiestas populares no fueron siempre la celebración de la comunión de la comunidad? Sí, rompemos las reglas durante unos cuantos días para luego lamer nuestras heridas pensando que sí, que al fin y al cabo estas normas son necesarias.
La verdad es que en los últimos años algunos pregoneros aprovecharon este privilegiado escenario para dar a conocer sus reivindicaciones, y lo que en realidad consiguieron fue alimentar la división.
La pregonera no olvidó sus experiencias personales y recordó su llegada a la ciudad
Y Simón también cumplió con la segunda norma del decálogo del buen pregonero: partir de la propia experiencia personal para alcanzar la colectiva. “Yo soy barcelonesa pero no soy de Barcelona. Y por eso hoy os hablo de estas llegadas a esta ciudad. Porque para mí Barcelona es sobre todo la ciudad que me acogió”. Y recordó aquellas palabras de un personaje del clásico La piel quemada, el que decía en un tren que nadie se metiera con Catalunya delante suya, que antes se moría de hambre y aquí encontró trabajo y comida. “¿Y de dónde es uno? pues de dónde puede vivir”.
El buen pregonero también ha de desnudarse, un poco. “A Barcelona llega gente de todas partes y por muchos motivos –prosiguió después–. Pienso en quienes dejan su hogar por necesidad. A veces nos cuesta ponernos en el pellejo de los recién llegados. Y para hablar de estas llegadas recurriremos al cine, el arte de la empatía, la ficción que permite emocionarnos a través de los otros”.c