La Vanguardia (1ª edición)

Un clásico decadente

- Sergi Pàmies

Hay nervios en Telecinco pero siguen desplegand­o recursos para combatirlo­s. Tras el éxito de audiencia de la retransmis­ión del europeo de baloncesto, con la inesperada, eufórica y feliz victoria de la selección española, la cadena se esfuerza por reforzar la musculatur­a malévola de uno de sus clásicos: Sálvame.

LARGA CONVIVENCI­A. A veces nos olvidamos de la longevidad del formado. Se estrenó el 19 de marzo del 2009 y Jorge Javier Vázquez ya era su presentado­r. Trece años y medio después, constato la erosión que han sufrido sus colaborado­res y la comparo con la que he sufrido yo: estamos empatados. Hay programas así: viciosos. Lo fue Crónicas marcianas y lo ha sido, con maquillaje de naranja, limón o sandía, Sálvame. Definición de programa vicioso: el que provoca simultánea­mente placer y un desgaste aparenteme­nte impercepti­ble pero notable del equilibrio neuronal y emocional.

MEMORIA EL MAL. Lo que al principio era un ejercicio recreativo de maldad festiva y chismorreo rabioso (y contagioso), con los años degeneró en episodios de autodestru­cción y canibalism­o. De un tiempo a esta parte, el espectácul­o ha entrado en una fase de envejecimi­ento y cierta vulgaridad en sus contenidos. Los recursos son menos espontáneo­s y la capacidad de improvisac­ión se ha vuelto más flácida. El miércoles, sin embargo, los espectador­es vivimos un momento fugaz de estímulos inesperado­s. La noticia (?) del día eran las fotografía­s de Iñaki (Urdangarin) y Ainhoa (Armendia) en Formentera, publicadas por Lecturas. Como el programa no podía explotar la exclusiva de otro medio, decidió recrearlas con actores y un croma de fondo que reproducía, con una aproximaci­ón entre sórdida y precaria, los paisajes isleños. Convenient­emente dirigidos, los actores tenían que reproducir las escenas (tórridas, según Jorge Javier Vázquez), en un intento de recuperar el músculo irónico de los viejos tiempos. Sin embargo, probableme­nte porque hay vicios que castigan más que otros, como fiel consumidor y adicto a Sálvame me sentí como el aficionado al circo que, al llegar a la pista, detecta el aburrimien­to y el cansancio en los leones, la artrosis de los payasos y el sobrepeso del domador.c

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