La Vanguardia (1ª edición)

La catedral de Pau

El homenaje de la Mercè a Pau Riba reúne a familia, amigos, poetas y colegas

- ESCENARIOS Esteban Linés

La nominación de una de las primeras bienvenida­s de la Mercè es Tribu(t) Pau Riba, una ingeniosa manera de enmarcar una velada con la obra de un Pau Riba completo como epicentro. Un merecido recuerdo pero sobre todo muy vivo y creíblemen­te sentido fue lo que familia, amigos, colegas o tres poetas ofrecieron en una avenida de la Catedral con 500 sillas ocupadas, afición de pie y con la amenaza de una lluvia intermiten­te.

La fiesta comenzó puntual a las diez de la noche y su filosofía ya la había descrito uno de los tres poetas participan­tes en la kermesse, Oriol Sauleda, al explicar que se iba a tratar de un viaje “por sus canciones, no las más conocidas, sino las más queridas”. Él sería uno de los trovadores, junto a Enric Casassas y la incontenib­le Nú

Martínez-Vernis, que dimensiona­ron la poesía de Riba con piezas como la inédita Sant Pere de la Figuera, Llebrícia i tortugàlia, Llàgrimes i petons, Dolça esclavitud, Cant egregorià o Pas de joglaria, arropados por una nutrida banda de siete miembros, donde había músicos de sus últimos años así como familiares como su compañera de sus últimos 25 años, Memi, que inesperada­mente recitó Per què fer res.

Remarcando ese énfasis poético, la velada se inició con Enric Casassas, que declamó Erro –del último álbum del desapareci­do artista y la Orchestra Fireluche, Segona florada, aparecido este año–, para a continuaci­ón hacer acto de presencia el mencionado combo, que dio vida a Al matí just a trenc d’alba. Una de las columnas de este colectivo tributo era, como también había escrito Sauleda, dejar claro que “Pau era infinitame­nte más que Dioptria ”,ylo dejaron bien claro los allegados e invitados que anoche formaron parte de esa tribu delante de la catedral a mayor honra de un ácrata como Pau Riba.

Así, el plantel de nombres más conocidos por el gran público fue breve pero muy atractivo como Sílvia Pérez Cruz, que lo bordó con su sanguínea entrega al dar vida a una canción aplicable a ella como Noia de porcellana, o Joan Garriga, que se volcó en La meva pinta. Y quien tampoco quiso perderse el disfrute fue el tan genial como imprevisib­le Adrià Puntí, difícil de ver en los escenarios y que recreó a su inconfundi­ble manera La flor del taronger, una gema del Licors datada en 1977, y Worm, en plan Tom Waits.

Y esta mirada a una carrera heterodoxa como la de Riba –moria mento intenso el protagoniz­ado por sus hijos Àngel y Pauet (este haciendo proyeccion­es) reviviendo El meu àngel– estaba previsto que finalizara en el lejano pasado en forma de Mel, cosecha de Jo, la donya i el gripau, es decir, 1971, revivida por todos los participan­tes, incluida una versión reducida de la Orchestra Fireluche.c

 ?? Àlex Gar ia ?? Mei, la compañera de Pau Riba, y la poetisa Núria Martínez-Vernis, anoche en el concierto de tributo
Àlex Gar ia Mei, la compañera de Pau Riba, y la poetisa Núria Martínez-Vernis, anoche en el concierto de tributo

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