La Vanguardia (1ª edición)

Roger Adrià, el tapado de los tapados de España en el Mundial

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¿Por qué no puedo llegar con la tabla y hacerme el colgado?

Le llaman Bodhi

–Tenía nueve años cuando me asomé a la ventana de casa y descubrí que allí abajo estaban construyen­do algo –me cuenta Danny León (27).

–¿Y qué construían?

–Donde antes había habido un descampado con un campito de fútbol, ahora estaban cavando un hoyo y luego lo peraltaron. De entrada pensé que iba a ser una piscina. De hecho, un día me colé en la obra y me deslicé de culo pendiente abajo, como si fuera un tobogán. Luego supe que iba a ser un skatepark. ¡Vaya regalo! –¿Por qué? –Empezaron a llegar chavales desde Móstoles, desde todo Madrid, y allí abajo se reunían. Hacían trucos, giros. Me encantó. Al mes bajé con mi amigo Juanan. Éramos chiquillos, no nos atrevíamos a entrar. Nos parábamos a mirar desde la valla y un día Elis, un patinador mayor, nos dijo: ‘Pasad, chavales’. –Y pasaron...

–No teníamos ni patinete ni nada. Cuando los mayores descansaba­n, nos dejaban uno de los suyos y probábamos cosas. Nosotros aquello lo hacíamos para disfrutar, ¿eh? Yo no pensaba que acabaría siendo lo que ha sido para mí.

Lo que ha acabado siendo: en la actualidad, Danny León es patinador profesiona­l, bajo nómina en Red Bull. Y miles de internauta­s le siguen en las redes. Y hace un año fue olímpico en Tokio 2020 (en el debut de la disciplina en unos Juegos fue noveno). Y hoy mismo compite en el Red Bull Drop In Tour, en el espacio ágora de Badalona, junto a los mejores especialis­tas del mundo (de 16 a 18h).

–Pues, sí: aquello se aceleró pronto –me cuenta ahora.

Bajo la gorra, lleva coleta y bigote, su marca de aguas.

–¿...?

–La madre de Juanan le compró un skate horroroso, con el rostro de Bart Simpson, un skate de supermerca­do. Con eso tirábamos. Y al mes, los colegas del skate empezaron a darnos las piezas que les sobraban. Una tabla, ruedas, ejes... Me dieron unas zapatillas que me iban tres números grandes. Me ataba los cordones fuertes para que las zapatillas no salieran volando. Y mi padre (Bienvenido) me decía: ‘No le des disgustos a tu madre’. –¿...?

–Mi madre (Mónica) había tenido un problema de espalda, estaba en cama. Ella no sabía que bajaba a patinar porque no podía verme desde la ventana. ¿Sabe cómo se enteró de que patinaba?

–Diga, diga.

–Al mes me apunté a un campeonato en aquel lugar. Yo no tenía skate propio, así que se lo pedí al speaker. Él mismo voceó mi nombre. Mi madre lo oyó desde la cama, se incorporó y me vio patinar. Voceaba: ‘¡Ese es mi hijo!’. Ella se implicó mucho. –¿En qué sentido?

–Seis meses más tarde abrieron una tienda de skate en Móstoles. Se llamaba Adrenalina. Vinieron y se ofrecieron a patrocinar­nos a unos cuantos, y también a Juanan y a mí. Nos daban material. Y yo fui creciendo como patinador y a los 16 años ya me pagaba mis cosas. Hasta entonces, mi madre me había ido dando una paga de cinco euros. Y yo le dije: ‘Ya me pago yo’. Y ella, que es técnico en un laboratori­o de medio ambiente, me enseñó a administra­rme el dinero. Si ganaba 100 euros en un mes, me decía: ‘Tienes 20 para ti y otro poco más para el bono del metro. El resto te lo guardas. Y si te lesionas, te lo gastas en el médico’. Y así aprendí de finanzas. A los 18 años ya era un profesiona­l del patín.

–¿Y los estudios?

–Acabé la ESO en el Liceo Francés e hice cursos de grabación y fotografía. Pero en el colegio no me lo ponían fácil.

–¿Por qué?

–Algunos profesores no me ayudaban. A veces debía viajar a un Campeonato del

Mundo y cuando pedía que me aplazasen un examen, me decían: ‘A ver cuándo maduras, el skate no te salvará la vida...’. –¡Cómo se equivocaro­n!

–El skate es mi vida. De noche, a veces sueño un movimiento. Sophie, mi novia, dice que se da cuenta porque muevo la pierna. Así es como soñé un McTwist. ¿Quiere saber qué es?

Y saca el móvil y me enseña un vídeo, y en YouTube le veo ejecutando un mortal hacia adelante con un giro de 180º.

–Ahora se lo enseño a los chavales. Hay un chico del País Vasco que es buenísimo. Se llama Peio González. Tiene 14 años. Le he tenido en casa alguna temporada y me lo llevo a patinar y a enseñarle trucos.

Una selección española sin grandes nombres. La España que corre el Mundial en Wollongong (salida mañana a las 2.15 horas, llegada a las 8.50) se presenta con una alineación de ocho ciclistas donde son mayoría los que no participan en el World Tour. Uno de ellos es el barcelonés Roger Adrià, del Kern Pharma, que pese a su juventud (24 años) disputará su segundo Mundial. “Sabía que estaba en la preselecci­ón pero cuando tuve que abandonar la Vuelta por covid no lo tenía claro porque la Vuelta es una buena preparació­n para el Mundial”. Sin embargo, Pascual Momparler confió en él.

Así que este año le volverá tocar trabajar. “Nuestros líderes son Marc Soler e Iván García Cortina”, explica Adrià a este diario desde Australia. “El circuito (por el que se dan 12 vueltas) es más duro de lo que parece”, avisa Adrià tras haber reconocido la zona. “La

“No teníamos ni patinete ni nada; cuando los mayores descansaba­n, nos dejaban uno de los suyos”

“Son 266 km, el Mundial siempre lo gana un gran ciclista: debes tener fondo, táctica y velocidad”

parte llana tiene mucha curva”, advierte, que será difícil perseguir. “La cota tiene muy buenas rampas”, destaca. Se refiere el repecho de Mount Pleasant, de 1,1 km a 8,5%, con tramos de más del 13%. A Adrià se le nota enamorado de una carrera como el Mundial. Es su prueba preferida. “Son 266 km. El Campeonato del Mundo siempre lo gana un gran ciclista. Debes tener fondo, táctica y velocidad”, analiza.

Por sus caracterís­ticas y gustos, el barcelonés puede ser el tapado de los tapados. Por algo es uno de los tres convocados por España que ha ganado este 2022. Fue en la segunda etapa de la Ruta de Occitania, que acababa en una rampa tendida de 2 km. “Roquefort-surSoulzon es especial por ser la primera como profesiona­l. Siempre he tenido punta de velocidad en grupos reducidos y sobre todo si acaba en subida, en un final que pique hacia arriba; es donde me encuentro cómodo”, se define. Además también estuvo escapado en la etapa de Bilbao de la Vuelta que ganó Marc Soler. “El terreno era bueno para mí. Corrí para ganar pero Marc estaba fuerte”, se resigna. En Wollongong, juntos, Adrià y Soler deberán plantar cara a Van Aert y Evenepoel (Bélgica), Van der Poel (Países Bajos), Alaphilipp­e (Francia), Matthews, que corre en casa, Pogacar (Eslovenia) o el eritreo Girmay. Palabras mayores.c

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