Italia vota, Europa aguarda La extrema derecha italiana espera lograr una victoria histórica en un país fundador
Giorgia Meloni pasó ayer la jornada de reflexión con su hija, la pequeña Ginevra, consciente de que quizás es uno de los pocos días que le quedan para dedicarse completamente a la familia antes de que toda Europa se concentre en intentar entender a esta mujer, líder de Hermanos de Italia y con un pasado en las juventudes neofascistas, que está a un paso de protagonizar el gobierno más derechista de Italia desde la Segunda Guerra Mundial.
Europa está en vilo, porque del resultado de hoy en Italia dependerán mucho los equilibrios en Bruselas de los próximos años. Aunque Meloni ha intentado moderar su discurso antieuropeísta en esta campaña electoral para tranquilizar a los mercados, insiste en que defenderá como nunca los intereses italianos en Bruselas. En Milán, fue muy clara al avisar que “el chollo se ha acabado”. Defiende las posiciones del húngaro Viktor Orbán y dice que los movimientos de la Comisión Europea para suspender el desembolso de fondos europeos por valor de 7.500 millones de euros a Hungría por sus violaciones a los principios del Estado de derecho solo benefician a Vladímir Putin. Budapest seguramente podrá contar con ella para sus batallas con Bruselas, al igual que Varsovia. Propone reformar la versión italiana del plan de recuperación europeo, el gran esfuerzo continental del que Italia es el mayor beneficiado. También cambiar la Constitución sin el consenso de la izquierda para hacerla más presidencialista.
Una cosa es la victoria nacionalista en Suecia, la otra que el viento populista se traslade también a un país fundador, de 60 millones de habitantes y la tercera economía del euro. Ursula Von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, hizo unos comentarios que en la coalición de derechas italiana han interpretado como una amenaza. “Si las cosas van en una dirección difícil tenemos instrumentos, como en el caso de Polonia y Hungría”, advirtió la jefa del Ejecutivo europeo desde Princeton (EE.UU). Los socios de Meloni para llegar al poder, el liguista Matteo Salvini y el ex primer ministro Silvio Berlusconi, han incendiado el cierre de campaña. El primero, por exigir las excusas o la dimisión de Von der Leyen. El segundo, por justificar abiertamente la invasión de Ucrania. Según Reuters, el presidente francés, Emmanuel Macron, y el canciller alemán, Olaf Scholz, tienen pensado hablar estos días sobre cómo lidiar con la situación italiana.
Meloni, de momento, es una incógnita. No se conoce si, de llegar a gobernar, prevalecerán los mensajes suavizados que ha dado durante esta campaña o su versión más extremista. Los expertos aseguran que el margen de maniobra que tendrá es muy estrecho, principalmente por las obligaciones que comporta el plan de recuperación –ningún gobierno podría permitirse perder casi 200.000 millones de euros– pero también por la peliaguda situación en que se encuentra Italia. La crisis energética requiere una solución europea, y a Roma le interesarán soluciones compartidas que beneficien a sus ciudadanos. Luego está Mario Draghi, el primer ministro saliente, con el que Meloni tiene una relación fluida. Es de esperar que su gabinete quiera dejar todas las riendas bien atadas para que no haya ningún terremoto.
Las elecciones de este domingo tienen mucho de históricas. Primero, porque son las primeras que se celebran en otoño, y esto quiere decir que habrá mucha prisa en formar gobierno para redactar los presupuestos del año que viene. La formación del próximo ejecutivo italiano no será una cosa inmediata. Hasta el 13 de octubre no se convocan las Cámaras, y primero deberán elegir al presidente del Senado y de la Cámara de Diputados. Después empezarán las consultas con el presidente Sergio Mattarella, el jefe de Estado que tiene las prerrogativas para encargar formar gobierno. Lo más normal es que hasta finales de octubre o principios de noviembre Draghi siga estando al mando de los asuntos ordinarios.
Si los sondeos se cumplen y el bloque de derechas tiene una amplia mayoría para gobernar, lo lógico sería que Mattarella no tuviera ningún prejuicio en elegir a Meloni. Otro motivo histórico: podría ser la primera vez que una mujer acceda al Palacio Chigi. Pe
La gran incógnita es si, de llegar a gobernar, prevalecerá la Meloni de la campaña o la más ultraderechista