La Vanguardia (1ª edición)

La guerra entra en las casas rusas

La sociedad rusa entra en pánico ante una movilizaci­ón parcial que sienten como total

- Marina Meseguer

Tras el anuncio de la movilizaci­ón parcial de 300.000 reservista­s realizado el miércoles por el presidente ruso Vladímir Putin, Google detectó un aumento significat­ivo en búsquedas del tipo “cómo romperse un brazo en casa” o “cómo salir de Rusia”. Los vuelos directos de Moscú a Turquía o Armenia –destinos que permiten la entrada de rusos sin visado– se agotaron ese mismo día, también las rutas con escala a Georgia o Serbia, y los vuelos más baratos a Dubái se vendían por unos 5.000 euros (unas cinco veces el salario medio). Por tierra, la guardia fronteriza de Finlandia informaba de que la entrada de vehículos rusos se había “intensific­ado”, y se registraba­n largas colas en las fronteras con Georgia y Kazajistán. “La situación es de auténtico pánico”, explica a La Vanguardia un alto funcionari­o occidental.

La guerra en Ucrania ha entrado en los hogares rusos de la noche a la mañana. Hasta ahora, la “operación especial” iniciada el pasado 24 de febrero era cosa del ejército regular y de los voluntario­s. Ahora, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial y rompiendo todas sus promesas, Putin llama a una movilizaci­ón que se percibe como total. “Hasta ahora la guerra era algo distante, no se podía sentir a menos que estuvieras en Belgorod [en la frontera con Ucrania]. Ahora están recibiendo invitacion­es para ir a la comisaría militar no solo en las regiones pobres, como antes, sino también en las grandes ciudades. Todo el mundo sentirá la guerra”, explica Stanislav Secrieru, analista del European Union Institute for Security Studies (Euiss), que visitó esta semana Barcelona invitado por el Cidob.

Circulan historias de madres que piden a sus médicos que anestesien a sus hijos y les rompan un brazo o una pierna, o de hombres que ruegan a sus doctores que les firmen documentos en los que certifique­n que tienen sida o enfermedad­es contagiosa­s. “No creo que haya tantos patriotas. Una cosa es sentarse delante de la tele o escribir en las redes sociales sobre la Gran Rusia y otra cosa es ir a la guerra y morir”, sostiene desde el exilio en Vilna Fyodor Krasheninn­ikov, periodista y analista político ruso declarado

“agente extranjero” por el Kremlin. Tras el anuncio de movilizaci­ón, muchos rusos sienten que solamente les quedan tres opciones: la guerra, la cárcel o el exilio. “Y no todo el mundo puede exiliarse”, apunta.

No se sabe cuánta gente ha abandonado Rusia desde el inicio de la guerra. Hay fuentes que elevan esa cifra hasta el millón, de ellos 250.000 solo en Moscú. Y, a juzgar por lo que está ocurriendo en los primeros días tras el anuncio, el éxodo se acelera. “Se están yendo en masa profesiona­les liberales y del sector de las tecnología­s de la informació­n”, afirman fuentes occidental­es. La fuga de cerebros es evidente en países como Georgia o Armenia, donde se están instalando compañías con clientes europeos que tratan de huir de las sanciones. “En Georgia, los rusos han comprado en medio año cerca de 4.000 apartament­os en Batumi y Tiflis. Antes de la guerra, los rusos eran propietari­os de 16.000 apartament­os. Unos 40.000 rusos se han instalado en Armenia desde el inicio de la guerra. Estos números crecerán significat­ivamente”, dice Secrieru, que alerta del aumento de los precios de la venta y el alquiler en estos países.

“Creo que solo estamos empezando a entender todas las ramificaci­ones de la decisión de Rusia de invadir Ucrania. Y creo que sus

Oefectos se quedarán con nosotros durante décadas”, sostiene. “La movilizaci­ón de 300.000 personas priva a la economía rusa de mano de obra, y en Rusia ya había escasez, que se compensaba con inmigrante­s de Asia Central. No creo que ahora quieran venir en grandes números por el peligro de ser reclutados y enviados al frente, incluso ilegalment­e. No es seguro. Esto acabará teniendo un impacto, porque esta gente dejará de enviar dinero a sus familias. Así que la movilizaci­ón no solo puede destruir la economía rusa, sino que se sentirá en toda la región”, argumenta Secrieru.

Esta ola de rusos que tratan de dejar el país también podría afectar a los países europeos, que esta semana han debatido sin éxito cómo tratar a estos desertores .Se trata de un “dilema moral”, indican fuentes occidental­es, que critican la postura de los países bálticos, que apuestan por prohibirle­s la entrada. Esta vía podría alimentar la retórica putinista sobre la cruzada antirrusa de Occidente. “Hay que ganar la guerra de la narrativa”, sostienen.

“Todos los emigrantes rusos están en contra de Putin. Si estás a favor, vives bien en Rusia, sin problemas. Sería bueno para Europa, para Occidente y para la democracia ayudarles”, asegura Krasheninn­ikov. “Cada emigrante ruso en Europa es un soldado menos para Putin”, añade.

“Viví en la URSS y recuerdo cómo todo el mundo odiaba la guerra en Afganistán. Quien podía pagaba sobornos para que sus hijos no fueran. Volverá a pasar. Los ricos comprarán su libertad porque el sistema es profundame­nte corrupto y para muchos militares es un negocio. Es un sistema muy cínico, la vida humana tiene un valor insignific­ante”, dice Secrieru.

Horas después del anuncio de la movilizaci­ón, comenzaron a circular los primeros vídeos de hombres despidiénd­ose de sus familiares camino de los centros de reclutamie­nto. Chechenos, daguestaní­es, yakutos… reclutas de regiones remotas y pobres. Una funcionari­a exhortaba a un grupo en Daguestán a luchar “por el futuro”, a lo que un hombre respondía: “¿Qué futuro, si ni siquiera tenemos presente?”. Mientras, desde Moscú, Nikolái Peskov, hijo del portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, caía en una trampa telefónica del equipo del opositor Alexéi Navalni. Haciéndole creer que se trataba de una llamada de un oficial del ejército, le citaban en un centro de reclutamie­nto al día siguiente. “Debe usted entender que, siendo un Peskov, no es correcto que yo esté allí”, respondía. Ante la insistenci­a del militar, Nikolái zanjaba: “Resolveré el tema a otro nivel”. Este viernes, su padre decía que los rusos habían reaccionad­o al anuncio de la movilizaci­ón de forma “histérica”.c

“Una cosa es escribir en redes sociales sobre la Gran Rusia y otra cosa es ir a la guerra y morir”

Desde el inicio de la guerra, los rusos han comprado 4.000 viviendas en Georgia, subiendo los precios

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Lvltysp llst o t Policías en San Petersburg­o se preparan para detener a los asistentes a una protesta contra la guerra

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