La Vanguardia (1ª edición)

Trump empieza a verse acorralado por la justicia desde todos los flancos

El líder encaja severas derrotas en los casos de sus finanzas y de los papeles secretos

- F d G í Washington. Correspons­al

Donald Trump siempre fue carne de tribunales. Desde un primer caso en 1973 por discrimina­r a los negros en el alquiler de sus viviendas, el número de litigios en su contra o de sus negocios o colaborado­res es incalculab­le. Él mismo dijo en el 2012 que hasta entonces había prestado cien declaracio­nes y otros tantos testimonio­s. Pero casi siempre se las arregló para librarse, pactar a base de dinero o descargar responsabi­lidades en algún colaborado­r.

Nunca hasta ahora, sin embargo, el expresiden­te había afrontado tantas y tan diversas investigac­iones judiciales en su contra. Por delitos graves y desde todos los flancos: penal y civil, de orden económico y político, por defraudar cientos de millones al fisco, por instigar un intento de golpe o por ocultar documentos secretos cuya revelación pondría en peligro la seguridad del país y sus espías. Y en este contexto, la semana que hoy termina puede marcar un cambio en el destino del líder republican­o, que empieza a verse acorralado por la justicia.

Según confesione­s de sus asesores a medios locales, Trump se vio sorprendid­o por la demanda de 222 páginas que la fiscal general de Nueva York, Letitia James, presentó el miércoles contra él, sus tres hijos mayores, así como contra los exejecutiv­os Allen Weisselber­g y Jeffrey McConney, y el grupo inmobiliar­io Organizaci­ón Trump. El estado pide al exmandatar­io 250 millones de dólares en compensaci­ones por un gigantesco fraude consistent­e en hinchar el valor de sus propiedade­s con el fin de obtener ventajas tributaria­s y crediticia­s: toda una exhibición en “el arte del robo”, lo llamó James.

Al día siguiente de anunciarse esa demanda, fruto de tres años de investigac­ión y con su paralelo en indagación penal por delitos fiscales también en Nueva York, Trump encajó una severa y doble derrota en el caso de los más de 100 documentos secretos que el FBI le requisó el 8 de agosto en su casa de Mar-a-Lago, en Florida. De un lado, un tribunal de apelación resolvió que el Departamen­to de Justicia y Fiscalía General podía seguir utilizando en sus pesquisas los papeles de Mar-aLago. La decisión revocaba el veto que la juez del caso, Aileen Cannon, nombrada por Trump, había impuesto al uso de los documentos por los investigad­ores oficiales mientras el experto judicial designado en el asunto a instancias del exgobernan­te, el también juez Raymond Dearie, cumple su misión de revisar los papeles y determinar cuáles han de excluirse del sumario por el secreto en la relación entre abogado y cliente o por un pretendido (y dudoso) privilegio del expresiden­te.

De otro lado, el juez Dearie exigió

Ra los abogados de Trump que acrediten la afirmación de su cliente de que el FBI “colocó” evidencias; y si no lo prueban, que dejen el tema. Dearie avisó a los letrados, además, de que sin pruebas palpables tampoco aceptará la aseveració­n de su jefe de que los papeles no son secretos porque él ya los desclasifi­có. Al respecto, el líder republican­o hizo una de las declaracio­nes más ridículas de su historial –lo que ya es difícil– al asegurar en la cadena Fox que podía desclasifi­car documentos “con solo decirlo o pensarlo”.

Es evidente que la defensa de Trump escupió hacia arriba el día en que, para dilatar la investigau­na ción de los papeles, pidió que se designara a dicho experto independie­nte que revisara el material hallado en la mansión de Florida. De inmediato, la Fiscalía aprovechó la petición para presentar un recurso donde expuso con lujo de detalles, y con una foto demoledora de los documentos hallados, la enorme gravedad de los hechos. El ministerio público dejó claro que está totalmente demostrado que la defensa de Trump, obviamente en su nombre, mintió en meses pasados cuando dijo haber devuelto ya todos los documentos clasificad­os que el FBI, la Fiscalía y la entidad de Archivos Nacionales le estaban reclamando tras dos entregas previas y a regañadien­tes de parte del botín. Esa negación mentirosa fue un delito de obstrucció­n a la justicia como la copa de un pino, vino a decir el Departamen­to de Justicia.

Esa imputación, por ahora no

La obstrucció­n a la justicia atribuida en el caso de los documentos secretos parece hoy la imputación más sólida

Trump se superó a sí mismo al afirmar que podía desclasifi­car documentos “con solo decirlo... o pensarlo”

formalizad­a mediante presentaci­ón de cargos, es tal vez la más peliaguda contra Trump. Compite con las acusacione­s que puede afrontar por su responsabi­lidad en el violento ataque perpetrado contra el Capitolio del 6 de enero del 2021 para anular su derrota en las presidenci­ales y con los intentos de falsear esas elecciones; especialme­nte en Georgia, donde la Fiscalía mantiene una importante causa sobre el asunto.

El expresiden­te insiste en que es víctima de una “caza de brujas”; sigue sugiriendo que se presentará a la reelección y parece mantener el respaldo mayoritari­o de los republican­os. En el país, incluso en medios demócratas, hay cierto escepticis­mo sobre la posibilida­d de que la Fiscalía impute oficialmen­te a Trump y la justicia lo procese: sería la primera vez que se enjuiciara a un expresiden­te de EE.UU. y la respuesta sería violenta, cree la mayoría de los ciudadanos y dirigentes. Pero la maquinaria judicial sigue su curso. Las consecuenc­ias de que se frenara sin motivo serían terribles.c

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JONATHAN ERN T Donald Trump, durante un mitin en Wilmington, Carolina del Norte, el pasado viernes

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