Vivir bajo el yugo de la ‘policía de la moral’
cuenta Pegah, joven de 25 años que estudia contabilidad. Para ella la imposición del velo y la presión para que lo usen es un asunto político y no religioso.
“La religión no dice que las mujeres deben tener miedo en la calle o que deban ser perseguidas por cómo se visten. Eso no es la religión”, dice. La tensión en las calles de las principales ciudades de Irán, pero en especial en Teherán, ha ido in crescendo desde hace meses, especialmente desde la llegada a la presidencia de Ebrahim Raisi, cuando se agudizó la represión para controlar el vestir de las mujeres. Las multas y las detenciones se dispararon.
La policía de la moral existe desde hace décadas y su presencia es parte del paisaje urbano de Teherán y las grandes ciudades. Pero en los últimos meses ha estado más activa. El número de mujeres detenidas bajo la excusa de que tienen que recibir un curso de reeducación se ha disparado. “La calle es un lugar inseguro para nosotras, especialmente las que usamos transporte público. Ellos siempre están a la salida del metro”, explica Marzieh, una mujer de 55 años que trabaja cuidando a una mujer mayor. La han detenido tres veces en estos años, pero la última vez lo hicieron pese a llevar bien puesto el velo.
Najmeh, una ejecutiva de 40 años, cuenta que la presión ha llegado al aeropuerto. Hace pocas semanas viajaba a Estambul, estaba a punto de pasar los controles de seguridad y un policía la increpó. Le dijo que tenía que vestir diferente o no la dejaría subir al avión. “Yo iba cubierta con una camisa larga blanca y un velo rosa, todo muy normal”. Al final logró que otra pasajera le prestara una gabardina y pudo viajar. “¿Se imagina mi indignación?”.
Los tentáculos de la policía de la moral se extienden a los vehículos privados. Las cámaras que controlan la velocidad también tienen la tarea de captar la imagen de los pasajeros. El vehículo que transporta a una mujer con el velo caído, recibe un mensaje. El propietario del vehículo tiene que pasar por la comisaría para firmar un papel que garantice que nunca más volverá a pasar. Si recae, el vehículo termina decomisado; recuperarlo tarda días o semanas. Una reconocida abogada de Teherán se quejaba recientemente que su coche estaba dañado cuando lo recibió y la reparación le costó unos centenares de euros.
“Nunca se sabe qué va a pasar cuando salimos a la calle, a mí me han detenido varias veces y me han llevado a la comisaría, incluso cuando he tenido la cabeza cubierta con el velo”, explica Faridé, la joven del pelo azul, quien asegura que los motivos de las detenciones son arbitrarios. “Cuando quieren arrestarte buscan la excusa”, agrega. Faridé sabe que corre un gran riesgo esta mañana, hay agentes vestidos de paisano por todas partes. Y puede ser arrestada fácilmente.
Los ánimos en la calle se han caldeado mucho más de lo que ya estaban desde que se conoció la muerte de Mahsa Amini, de 22 años, que, como Faridé, caminaba por el centro de Teherán el 13 de septiembre. La joven kurda –que había llegado de visita a Teherán en compañía de su hermano– fue detenida por una patrulla de la policía de la moral. Dos horas después de haber sido trasladada a la
gcomisaría de Vozará, en el centro de la ciudad, tuvo que ser llevada de urgencia a un hospital que posteriormente aseguró en un comunicado que Mahsa llegó al centro con muerte cerebral.
El mensaje publicado en Instagram desapareció al poco tiempo de ser publicado. Pero no pasó desapercibido para nadie. La policía argumenta que la joven tuvo un ataque al corazón; que no la golpearon. Se apoyan en un vídeo muy editado en el que la joven se ve en buen estado, luego se acerca a una policía con el gesto de reclamar algo y posteriormente se desmaya. Esta versión ha sido contrarrestada por testigos, que argumentan que Mahsa no tenía ningún problema de salud, sino que el cuerpo mostraba señales de golpes. El presidente Raisi ha prometido una investigación.
“He sido testigo de cómo pegaban a las mujeres. No cuando eran trasladadas en la furgoneta sino dentro de la misma comisaría. Fui testigo de cómo pegaban a mujeres que solo preguntaban por qué las arrestaban”, confiesa esta joven. Años de arbitrariedades cometidas por algunas fuerzas de seguridad de la República Islámica, incluida la policía de la moral, han llevado a que parte de la población no crea en sus versiones.