Se compró otro juego de urnas desmontables, fabricadas en Catalunya; nunca se pusieron en circulación
El almacén secreto.
que ser independiente”, ironiza.
Las cajas chinas llegan a Marsella a final de julio en tres contenedores y, para no levantar sospechas, se quedan allí un par de semanas. El 14 de agosto se trasladan en tres camiones a un almacén en Illa (Ille-sur-Têt en francés). Sànchez lo supervisa in situ. Viaja sin móvil y se asegura de que nadie le sigue.
Ha dirigido la operación con total hermetismo. Ni siquiera da detalles en las reuniones del Estado Mayor. Eso suscita nerviosismo, especialmente en la cúpula de ERC. Hasta el punto de que Junqueras exige comprobar con sus propios ojos que las urnas existen. Sànchez se niega: demasiado arriesgado. Pero insiste tanto que al final accede a llevar a Illa a una persona de su confianza.
El mismo 14 de agosto empiezan a bajar urnas hacia Catalunya, en furgonetas,cocheseinclusoalguna autocaravana. Los activistas extreman las medidas para evitar ser descubiertos. Unos kilómetros por delante de cada vehículo con urnas va otro que vigila que no haya controles policiales.
Desde Illa, las urnas son distribuidas a ocho almacenes, cada uno con su responsable. Sànchez conoce solo a tres, el resto han sido reclutados por sus colaboradores. Por la Mercè, las 6.500 urnas ya están en suelo catalán. En Illa se quedan 3.500 por si acaso. Nunca se usaron. Siguen casi todas en el mismo almacén.
El momento más crítico se produce entre el 26 y 27 de septiembre, cuando las urnas se distribuyen de esos ocho a una cincuentena de almacenes comarcales.
Los intercambios siempre se hacen del mismo modo. Una red de
La urna que no fue: cientos de personas han sido reclutadas, en muchos casos a través de alcaldes, para el transporte desde esos almacenes hasta cada pueblo. Los encuentros se aseguran mediante contraseñas (“qué calor hace hoy”) o vestimenta. Los contactos por teléfono son mínimos y con palabras clave: “botifarra” o “pastís” es urna.
“Vivíamos preparados para deshacernos rápidamente de cualquier tarjeta SIM si sospechábamos que íbamos a caer”, explica un miembro de la red de distribución.
Un informe de la Guardia Civil del caso Volhov señala a M.M., una militante de ERC de Sant Joan Despí muy cercana al exconseller Xavier Vendrell, por su papel en la organización. En un registro se le incautaron listados en los que se intuye el reparto de papeletas y urnas por todo el territorio. “La mayoría de cosas pasaron por ERC porque éramos el único partido. En el PDECat se estaban matando entre ellos y muchos no estaban por el re
Un informe del caso Volhov señala el papel de una colaboradora de Xavier Vendrell en la distribución
feréndum”, dice un alto cargo republicano.
“Había una división de equipos logísticos, equipos de urnas, de papeletas, todos organizados en vertical, completamente estancos, por si alguien era detenido”, detalla un joven que hizo de coordinador comarcal.
“Me citó un conocido en una cafetería en Barcelona y me pidió que me hiciera cargo de una comarca, con la que yo no tenía nada que ver, pero había un problema y me espabilé”, relata. “A partir del encargo busco a través de mi partido [era el PDECat] una persona por pueblo, entre 30 y 40, y a cada uno les pido que busquen un lugar para votar. Luego validé los puntos de votación. Algunos no servían y hubo que buscar alternativas. Y también huboquebuscarunsitioenlospueblos donde el alcalde no era independentista”.
Josep, militante de la CUP que hizodecoordinadorlocalensuciudad del área metropolitana, no supo de las urnas hasta el final. “Se ocupó el concejal de Esquerra. No sé cómo lo hizo. No nos hacíamos preguntas”. La noche antes del gran día, le citaron en una casa. “Nos organizamos en comandos para distribuir las 40 urnas. Estuvimos trabajando de 12 a 5. Cada media hora llegaba un coche o una furgoneta, las cargábamos en bolsas negras de basura y se iban. Todas las urnas durmieron en parkings cerca de los colegios y se repartieron a la hora que tocó”.
Cèsar y Blanca son concejales de Junts en un pueblo del Vallès Oriental. Cèsar recibió una llamada de la Generalitat que le dio “de alta” como coordinador local. Fue citado a una reunión –sin móvil– el 29 de agosto en el Consell General de l’Esport, en la que había coordinadores de cinco comarcas y les dijeron que la fecha clave era el 7 de septiembre, cuando el Parlament aprobaría las leyes de desconexión. Fue integrado en un grupo de Signal, que desapareció tras las detenciones del 20 de septiembre. Pronto se creó otro. Ese día le propuso a Blanca que se uniese, por si él era descubierto. Silencio hasta el día 27, cuando fueron citados en una instalación deportiva del Vallès. Eran unos 200. Les detallaron cómo se desarrollaría la jornada.
“El sábado antes, estaba nervioso porque faltaba un día y no teníamos urnas; llamé con el móvil de un amigo a mi coordinador. Me dijo que estuviera tranquilo, que el reloj funcionaría”, recuerda Cèsar. “Las urnas llegaron a las cuatro de la tarde. Me las entregó un concejal de ERC del pueblo vecino, en la calle, mesentícomounnarcotraficante”.
Aquel día recibió otra llamada. Reunión final de coordinación en el Inefc, en Montjuïc. “Éramos cientos de personas y entraba quien quería como le daba la gana, allí ya no había ningún control. No entiendo que no nos detectaran, es imposible”, calcula.
“Como pueblo es lo más bonito que hemos hecho”, dice Blanca con brillo en los ojos.
“No lo vivo como nada heroico – dice Cèsar–. Había que hacerlo”.c