La Vanguardia (1ª edición)

En Interior no piensan mover un dedo y emplazan a los mandos policiales a “portarse como adultos”

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Era mucho más que un secreto a voces. La informació­n avanzada este sábado por El País en relación con la ruptura de la cúpula de los Mossos d’Esquadra apenas nueve meses después de la destitució­n del mayor Josep Lluís Trapero no ha sorprendid­o a nadie.

En su momento, el conseller de Interior, Joan Ignasi Elena, fulminó a Trapero defendiend­o un mensaje de dirección coral y feminizaci­ón de la policia que se ha resquebraj­ado por completo. El responsabl­e político tiene ahora la palabra después de que el comisario jefe designado, Josep María Estela, le planteara hace varias semanas que debía elegir entre él o su segundo, el comisario Eduard Sallent.

Durante el día de ayer los responsabl­es de Interior trataron de sofocar el gran incendio con cubos de agua. No negaron la crisis, porque es vox populi, pero sí trasladaro­n el mensaje de que no dejarán que la tormenta amaine con el tiempo y así baje la intensidad de las informacio­nes relacionad­as con el pulso. Trasladan un único mensaje: “Sallent es intocable”. Si el actual número dos de la policía catalana es intocable, la posición de la conselleri­a es clara: entre el número uno y el dos, salvamos al dos y el uno que asuma las consecuenc­ias.

¿Qué ha pasado en estos nueve meses para que en pleno mes de septiembre la crisis se convierta en titular? Conviene hacer un breve repaso de este periodo para entender lo sucedido. El 20 de diciembre del 2021, Elena cesó a Trapero y a todos los mandos que desde Interior se entendió que eran de su confianza: los comisarios Joan Carles Molinero, Miquel Esquius, Carles Anfruns, y el intendente Toni Rodríguez, que pasó de la comisaría general de policía judicial a la comisaría de Rubí sin pestañear. De la purga solo se salvó la comisaria de Barcelona, Marta Fernández, que

Tdurante estos meses ha sufrido el vacío de Interior, un sinfín de obstáculos y campañas en su contra, a las que el propio Estela trató de poner fin con una carta personal dirigida a todos los mandos, advirtiend­o de que la comisaria de la capital catalana y su equipo contaban con su apoyo y en la que aplaudía su trabajo.

Elena eligió a Estela y colocó de número dos al comisario Sallent, que ya había sido número uno. El aterrizaje del primero fue complicado, pero confiaba en que, poco a poco, iría tomando las riendas de la organizaci­ón, y creyendo que la falta de autoridad había que ubicarlas puntualmen­te en el periodo de adaptación. Aun así, estrechos colaborado­res de Trapero, pero se salvaron porque en su momento no fueron identifica­dos por Interior, como por ejemplo el intendente Amadeu Domingo.

La pelota está en el tejado de Elena, y si como aseguran desde su departamen­to no piensan mover un dedo y emplazan a Estela y Sallent a “comportars­e como adultos y trabajar juntos porque no son los primeros ni los últimos que no se caen bien”, será el comisario jefe quien tenga que tomar la decisión de si sigue al frente de la organizaci­ón policial desautoriz­ado por su conseller, pero con el apoyo de todos los comisarios del territorio.

Elena y su equipo trataron ayer de minimizar la crisis. Necesitan ganar tiempo y llegar hasta diciembre. En ese momento se designarán los nuevos seis comisarios, cuatro mujeres y dos hombres, según los planes que ya han comunicado la cúpula política. Será el momento para anunciar la feminizaci­ón definitiva de la policía designando a una de las cuatro como jefa del cuerpo.c

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A TOY El comisario jefe de los Mossos, Josep Maria Estela, el día de su nombramien­to, junto al conseller Joan Ignasi Elena y Eduard Sallent

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