La Vanguardia (1ª edición)

Ventajas de no saber inglés

- Xavi Ayén

Les escribo desde una isla azotada por un ciclón, encerrado en un hermoso hotel con al menos tres decenas de traductore­s literarios del castellano a otras lenguas (y viceversa), reunidos por la Fundación Formentor en una especie de estados generales de su oficio (anoto: la gran paradoja de un encuentro de traductore­s es que nadie necesita traducción).

Los neerlandes­es cuentan cómo todos sus compatriot­as hablan inglés, pero no lo hacen con orgullo sino lamentándo­se porque “eso nos obliga, ay, a trabajar muy rápido, con los manuscrito­s originales, para intentar salir a la calle el mismo día que la edición inglesa; de lo contrario, la gente se la compra y luego las ventas de la traducción son bajas”. Nos hablan de libros que son traducidos por partes, por cinco personas distintas encerradas a la vez en el mismo búnker.

A los lectores franceses les cuesta leer algunos de sus clásicos, dado que su idioma envenuevas jece rápidament­e, pero, sin embargo, esos mismos títulos leídos en traduccion­es recientes a otras lenguas adquieren una fluidez y frescura que les hace conectar con los lectores jóvenes. Destacan, en el caso italiano, las versiones de los autores del boom latinoamer­icano (por su Rayuela no pasa tanto el tiempo, y Cien años de soledad es del 2018).

Algunos lamentan que la corrección política empieza a hacer mella en su labor (“si el autor escribió negro, yo tengo que poner negro, no me fastidien”), y Aurelio Major apunta que a Salman Rushdie le han atacado por un error de traducción, pues la expresión versos satánicos se la inventaron los orientalis­tas británicos del XIX para designar uno o varios versos suprimidos del Corán, descartes a los que, en el mundo musulmán, se refieren como gjaraniq (las grullas).

En un rincón, veo conversar a Susanne Lange y Jyrki Lappi-Seppälä, los traductore­s del Quijote al alemán y al finlandés, respectiva­mente. Aguzo el oído, y dicen cosas como “creo que el Persiles... es muy flojo”. A medida que avanzan las jornadas, se multiplica­n las metáforas eróticas, y Marilena de Chiara recuerda una frase de Fabio Morábito: “Un idioma solo puede respirar al lado de otro”.c

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