El restaurante de las oportunidades
“Trabajar en La Pau me permite ganar experiencia, algo difícil de conseguir y que piden en todos sitios”, explica Cristina Pérez. Tiene 21 años y un contrato como camarera en el restaurante La Pau, el proyecto de inserción sociolaboral que busca ofrecer una experiencia curricular a jóvenes excluidos del sistema educativo.
Este restaurante de cocina catalana es el proyecto más reciente de El Llindar, una fundación que nació en el 2004 para combatir el abandono escolar. Erigido como escuela de nuevas oportunidades, brinda ayuda a jóvenes de entre 13 y 25 años para que sigan formándose. Cristina descubrió El Llindar cuando iba a cursar 3.º de la ESO, después de dos años de malas experiencias en dos institutos diferentes. “Fue un cambio muy grande. Empecé a ir más motivada a clase; ya no faltaba, me esforzaba y me portaba bien… No hacía falta que la liara para que me prestaran atención”, recuerda.
“Nos encontramos adolescentes que vienen de una experiencia muy dolorosa y larga en la propia escuela. También vemos jóvenes que aguantan el instituto haciéndose ver con conductas que molestan, una forma de expresar su sufrimiento. Esto se debe a un sistema que no responde a los intereses de algunos jóvenes”, explica Begonya Gasch, directora general de la fundación.
Después de El Llindar, Cristina se inscribió en grados medios en dos ocasiones, pero en ambas acabó dejándolo. El temario no le gustó, y los profesores y el sistema de enseñanza tampoco le facilitaban el seguimiento de las clases. “Tras esos intentos volví a El Llindar, donde siempre me han apoyado mucho más. Ahora estoy con una formación profesional ocupacional dual de camarera, gracias a la cual he conseguido un contrato de un año en La Pau”.
Leo Reinosa tiene 20 años, y es uno de los jóvenes de El Llindar que trabaja en cocina. Cuando llegó a España desde Cuba, empezó a cursar la ESO. Pese a su voluntad de integrarse, en la escuela no se sentía escuchado ni valorado, por lo que un día decidió dejar de ir a clase. Fue su madre quien le instó a seguir sus estudios, esta vez en El Llindar. “Al principio no quería hacer cocina, pero ahora me gusta el oficio y me ha ofrecido muchas oportunidades para salir adelante y entrar en el mundo laboral”, admite.
En sus 18 años de trayectoria, El Llindar ha ayudado a más de 4.500 jóvenes con formaciones muy prácticas que incluyen aprendizaje en un lugar de trabajo
“Si no fuera por la fundación El Llindar estaría muy perdida, sin saber mi sitio ni lo que me gusta”
y, en la etapa final, contratos laborales de formación en proyectos de negocio.
La Pau supone el escalón final de este proceso. Dejando ahora atrás la vertiente formativa –no hay profesores en el equipo–, el restaurante ya no intenta convertir adolescentes frustrados con el sistema educativo en alumnos, sino crear trabajadores preparados para el mundo laboral.
Para Cristina y Leo, esto abre la puerta a aspirar a un empleo digno en un mercado laboral adverso. “Si no fuera por El Llindar estaría muy perdida, sin saber mi sitio ni lo que me gusta. Y estoy segura de que no hubiera conseguido un trabajo”, concluye la joven.c