La ‘dogtora’ Candy se jubila
cina y tener perro. Está encantada de la decisión. En su ciudad muchas personas la conocen como la doctora de los perros .Noes que los Reyes Magos no entendieran su letra, sino que querían que aquella semilla diera muchos frutos. Uno de esos frutos es Candy. La dogtora Candy, una cavalier de 12 años.
El nombre completo es cavalier king charles spaniel, pero un título tan pomposo no concuerda con una criatura tan sencilla. Los niños le deben un monumento porque les ha ayudado a perder el miedo al dentista y a las extracciones de sangre. En cuanto llega, saludando a todo el mundo, el rabo convertido en un limpiaparabrisas, le colocan su identificación del Institut Català de la Salut, como a cualquier otro sanitario.
En la placa se lee: “Candy, gossa de teràpia”. Parece un cachorro por su alegría, pero ya lleva una década trabajando. En sus ojos se adivina la amenaza de las cataratas. El día 15 fue su despedida, aunque de vez en cuando visitará el CAP. De hecho, una tarde de esta semana regresó para un reportaje televisivo en el que se recrearon las labores que ha hecho (y que seguirá haciendo su sustituta, Heidi, de 10 años, otra cavalier).
La Vanguardia asistió a su jubilación oficial. Sus últimos pacientes fueron Nico, de tres
La perrita ‘que extrae sangre’ se retira, pero el centro ya tiene lista la sustituta: Heidi, de 10 años, otra cavalier
años, y Laura, de ocho. A pesar de su edad, Nico es un habitual de las extracciones de sangre por un problema afortunadamente ya en vías de solución. La perrita le ayudó a tranquilizarse. Antes de pasar a la consulta, estuvieron jugando. Nico hacía una torre de barriles de plástico y decía: “Toca”. Y Candy derribaba la torre con el morro.
Cuando se tendió en la camilla y vio la jeringuilla, el ánimo de Nico comenzó a flaquear. “Te dejo que me pinches, pero solo un poquito, ¿vale?”, le dijo a la enfermera, Keyko Solé, mientras hacía pucheros. Ni la presencia balsámica de su mamá, Elisabeth, logró tranquilizarle. Pero entonces Candy se tendió junto a él y comenzó a lamerle la mano. Y se obró el milagro. Las agujas dejaron de existir.
Nico no dijo ni pío. La doctora Rodrigo, propietaria y adiestradora de Candy, sonreía tan satisfecha como la pediatra Júlia Jové. La directora del CAP, Montserrat Ribes, no quiso perderse la escena. Tampoco la enfermera Carme Naudí y Marina Campos, residente de enfermería. Todas elogian la efectividad de las terapias asistidas con animales. Cuando todo acabó, la perrita le tendió la pata a Nico para que le pusiera una tirita.
Este fue el primer centro sanitario público de España que dio el paso. Luego llegaron, entre