“Ojalá me salga otra caries para que me traigan de nuevo al dentista y poder estar un rato con Candy”
La última. asistidas con perros en pacientes geriátricos.
Los primeros ejemplares de la Bordeta-Magraners ayudaron a la estimulación cognitiva de personas mayores. Candy, y dentro de poco Heidi, su sustituta, ha participado en una investigación clínica de la que se han beneficiado casi un centenar de niños que debían someterse a una extracción dental o a un análisis de sangre. El éxito ha sido tal que el CAP Primer de Maig ha importado la iniciativa con Queen, una caniche.
El único problema es que para comparar los resultados tiene que haber dos grupos: uno de control (sin perro) y otro de intervención (con perro). La inclusión en uno u otro es aleatoria, pero cuando toca el grupo ordinario todos los padres tratan de pedir el cambio. ¿Por qué? Laura, de ocho años, sabe la respuesta. “La víspera de su visita al CAP estuvo llorando”, explica su madre, Patrícia.
Laura es una niña preciosa y valiente, pero hace tres meses se sometió a otro análisis y los nervios la traicionaron. Hasta su madre tuvo que ayudar a sujetarla. Esa experiencia la traumatizó y el día 15 llegó a la consulta muy angustiada. En esta ocasión, sin embargo, tenía una sorpresa. La esperaba una perrita con el rabo en modo abanico. Antes, durante y después de la extracción de sangre estuvo con ella. Adiós a la ansiedad.
El adi s.
Algún pequeño que antes tenía pánico a las agujas y a las batas blancas ha llegado a desear que le pidan un análisis de sangre . “Ojalá me salga otra caries y vuelva a ver a Candy”, dijo otro. Pero en este CAP de la capital del Segrià aprovechan la circunstancia para hacer pedagogía y le contestan: “No, lo que Candy quiere es que te cepilles los dientes todos los días y tengas una boca muy sana”.
A veces, mientras pasea a Candy, Maylos Rodrigo (que tiene dos perros más de terapia en casa y pronto tendrá un cuarto) ha escuchado que una madre le decía a su hija: “Mira, la perrita que extrae sangre”. La doctora se gira para responder que en realidad “solo extrae los miedos”, pero entonces unos ojos brillantes le recuerdan a los de otra niña que se esmeraba cada Navidad para mejorar su letra: “Un perrito de verdad”.
Así es Candy. Y Heidi. Y Queen. Y Laika. Y los que ya no están, como Dreik, Davor o Trevor… Solo son felices si hacen felices a los humanos. Eso intentarán hasta el último día, aunque se queden ciegos, la artrosis les impida andar y tengan que ceder el testigo a otros ejemplares más jóvenes. Ayudar a los humanos no es un trabajo. Es su única razón de ser, su vida. Son perros de verdadc