Por qué debería ser este un otoño de teatro
En la exultante Barcelona olímpica todo parecía posible. Se llegó a considerar, incluso, que el auditorio de Rafael Moneo y el Teatre Nacional de Ricard Bofill obrarían por sí solos el milagro de regenerar el cuarto trastero del urbanismo barcelonés: la plaza Glòries. Poco importaba que el propio Ayuntamiento hubiera sacrificado el lugar erigiendo allí el engendro del distribuidor de tráfico, el scalextric, para los boomers .Se creía que la cultura podría con todo. Y no: puede ayudar, pero no hay que pedirle que se convierta en un foco de centralidad en pleno paisaje de desolación urbana.
Veinticinco años después, el TNC y el Auditori aún tienen que mirar –qué remedio– hacia el centro de la ciudad. Pero, al menos, se acerca el momento en que, en el otro lado, Glòries dejará de ser un muro disuasorio. Con la finalización de los trabajos de urbanización de la plaza, ambos equipamientos conectarán mejor con la oferta de servicios y cultura que en los últimos años ha ido enriqueciendo el distrito tecnológico del 22@.
Esa mayor conexión con la ciudad, en el caso del TNC, coincide, de la mano de la nueva directora, Carme Portaceli, con una apertura a ámbitos teatrales más amplios, como los intercambios con compañías internacionales. El 25.º aniversario del teatro, de hecho, se celebra el día 29 con la representación del Assaig sobre la ceguesa de José Saramago, en una coproducción con el Teatro Nacional São João de Oporto dirigida por Nuno Cardoso.
De puertas afuera, la intención de Portaceli es ampliar las actividades más allá de las salas que administra. Para ello proyecta utilizar más los jardines del TNC y la plaza de las Arts –que comparte con l’Auditori– para actividades lúdicas y también relanzar el servicio de bar. El teatro prepara
El TNC celebra sus 25 años con un presupuesto indigno de su condición, pero con proyecto sólido y apertura internacional. Salas públicas y privadas se han aliado para proponer un otoño de teatro. ¿Responderá el público?
ya alguna actividad conjunta con la vecina sala Razzmatazz, en la línea de ampliar su ámbito de influencia para convertirse en un auténtico centro cultural.
No debería subestimarse la importancia de acompañar los actos culturales con fiestas con copas en este inicio de temporada. No solo porque en la pospandemia hayamos comprobado que hay una pulsión de fiesta acumulada, sino porque más que nunca es necesario abrir los compartimentos estancos de la cultura, explorar todas las vías para facilitar la llegada de nuevos públicos. Otros teatros, como algunos de los que administra la empresa Focus, preparan propuestas similares.
El sistema teatral barcelonés y catalán, sobre el papel, se ha preparado para vivir un espléndido regreso a la normalidad. El Grec de Francesc Casadesús y la Fira de Tàrrega de Natàlia Lloreta han marcado el tono, y las programaciones son, por lo general ambiciosas, tanto en los grandes teatros privados –desde Focus hasta el
Victòria, donde el Mago Pop va a dar un buen impulso a las ventas globales de la temporada– como en las salas de proximidad –menos diezmadas de lo que podía esperarse tras resistir de manera heroica a la covid– y en los equipamientos públicos. Por su parte, la Temporada Alta de Salvador Sunyer ha presentado una programación en su línea, es decir, excelente.
Pero las administraciones no siempre acompañan. La Generalitat, en su lento e incierto camino hacia el objetivo de normalizar los presupuestos culturales, tiene su teatro emblemático infrafinanciado: apenas 12 millones de euros, frente a los casi 19 con que contaba antes de la crisis
Los efectos que pueda tener una posible recesión planean sobre una oferta excelente
del 2008. Y el Ayuntamiento podría hacer más para promocionar los viejos y los nuevos ejes teatrales: el del Paral·lel-Montjuïc, el que ya se intuye alrededor de una futura plaza de Glòries pacificada: TNC, l’Auditori, Versus, Sala Beckett, el futuro Barcelona Artist Factory de Focus, el Casino L’Aliança del Poblenou...
Ahora solo falta que el público responda. Por ahora, fuentes de las salas públicas y privadas hablan de cifras razonables de preventa, pero habrá que ver si el teatro se convierte en refugio contra la depresión bélica o si, de la mano del resto de sectores culturales, se lo lleva por delante la recesión que se avecina. Las espectadoras y los espectadores tienen mucho que decir.