Unidos por el interés
Meloni necesita el apoyo de Berlusconi y Salvini, con quien ya gobierna la mayoría de las regiones del país pese a sus discrepancias
La triunfadora de esta noche en Italia, si se confirman los sondeos a pie de urna, es Giorgia Meloni, la líder de Hermanos de Italia, que habría logrado entre un 22% y un 26% de los votos. Pero sola no podría gobernar. Deberá esperar a conocer qué han hecho sus socios de la coalición de derechas, principalmente la Liga de Matteo Salvini (con entre un 8,5% y un 12,5%) y Forza Italia de Silvio Berlusconi (entre 6% y 8%), una alianza sólida pese a las diferencias con las que ya gobiernan la mayoría de las regiones. También concurren con ellos los liberales de Noi con l’Italia.
Es claramente un matrimonio de conveniencia, saben que se necesitan y lo aprovechan, pero la relación personal entre ellos no es buena. Con Salvini son aliados y rivales, se disputan el voto ultraderechista y personalmente no se soportan. El veterano Berlusconi siempre la verá con condescendencia, como aquella jovencita de 31 años a quien hizo ministra de Juventud por sugerencia de Gianfranco Fini, el entonces líder de Alianza Nacional.
No se lo han puesto nada fácil en esta campaña en que Meloni ha intentado convencer a Europa de que no va a ser el punto de entrada de Moscú en Italia. Salvini, un viejo admirador de Putin, pedía retirar las sanciones económicas a Rusia porque cree que no son útiles. A Berlusconi, quien solía presentar al presidente ruso como su “hermano pequeño”, se le escapó en un programa de televisión una justificación de la invasión de Ucrania por parte de
Putin, que, a su juicio, se vio “empujado” por sus ministros a sustituir al Gobierno de Zelenski por “personas decentes”.
Es de esperar, por lo tanto, que haya algunas discrepancias entre ellos, aunque siempre han demostrado ser muy prácticos. Todo dependerá del resultado final y de la influencia que puedan tener con la traducción en representación parlamentaria. Salvini va a ser el más incómodo: todavía tiene que digerir la caída en picado del apoyo ultra desde que ganó las europeas del 2019 con el 34% de los votos. Él aspira a ser ministro del Interior y recuperar consenso con sus batallas mediáticas contra las oenegés. No sería de extrañar que en la Liga estuvieran disgustados con su campaña.
Para Berlusconi, que esta semana cumple 86 años y ha visto su salud muy resentida por las complicaciones de su coronavirus, esta es otra oportunidad para mantenerse políticamente vivo. Quiere influir entre bambalinas lo máximo posible, después de que le quitasen su sueño de convertirse en presidente de la República, y para ello ansía convertirse en el jefe en la sombra. “Salvini no ha trabajado nunca, por lo que intentaré ser el director del gobierno”, dijo ayer a unos militantes.c