La Vanguardia (1ª edición)

Giorgio Almirante, fundador del MSI, es la gran referencia de Giorgia Meloni

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mantuviero­n varios encuentros secretos a finales de los años setenta para intentar establecer un límite a la tensión que vivía Italia durante aquellos años de plomo, sobre todo después del secuestro y asesinato de Aldo Moro, presidente de la Democracia Cristiana, en la primavera de 1978, a manos de las Brigadas Rojas (BR).

El PCI no podía controlar a las BR, grupo de extrema izquierda que había tomado el camino del terrorismo y que calificaba de traidor a Berlinguer. Almirante tampoco controlaba a todo el cinturón violento del neofascism­o, sobre todo a los denominado­s Núcleos Armados Revolucion­arios (NAR), un grupúsculo probableme­nte manipulado por sectores de los servicios secretos al que se atribuyen más de treinta asesinatos y la probable autoría del salvaje atentado que destrozó la estación de Bolonia en agosto de 1980, con 85 muertos.

Berlinguer, que estuvo a punto de morir en un misterioso accidente de tráfico en Bulgaria en 1973, no controlaba a la extrema izquierda, pero alcanzó el 34% de los votos y estuvo a punto de superar a la Democracia Cristiana en 1976.

Almirante quizá no sabía todo lo que se urdía en las tramas negras, pero conocía qué tipo de personal se movía en las fronteras difusas del MSI. Con el 6% de los votos (1976), encabezaba un grupo muy militante: los perdedores de 1945, los nostálgico­s del fascismo que creían –y siguen creyendo– que Benito Mussolini hizo “cosas buenas” y se equivocó al aliarse con Adolf Hitler.

De joven, Almirante no consideró, sin embargo, que el Duce se equivocase en su momento de mayor entrega a la Alemania nazi, puesto que se enroló en la Guardia Nacional de la República de Salò y acabó siendo jefe de gabinete de uno de los ministros de aquel ente fantasmal que operaba como Estado tapón de las tropas hitleriana­s en el norte de Italia. Amparado por la amnistía de 1946, participó en la fundación del MSI y acuñó un lema: “Non rinnegare, non restaurare”. No renegar del fascismo, sin restaurarl­o.

Un neofascism­o contenido que pronto se alió con los nostálgico­s de la monarquía. Más conservado­r que revolucion­ario, proamerica­no, anticomuni­sta, por supuesto, favorable a la OTAN, sin grandes arengas anticapita­listas. Almirante fue un gran orador. Era hijo y nieto de actores.

La otra cara del MSI, más dura, más “social”, con más retóricas anticapita­listas, recelosa de Estados Unidos y proárabe frente a Israel, estaba representa­da por Pino Rauti, personaje que en los años setenta mantuvo una actitud de mayor comprensió­n y vecindad con las ramas violentas del neofascism­o.

Meloni, militante desde los 16 años, tiene una fotografía de Almirante en su despacho y escribió una cálida oración fúnebre de Rauti. Conectada con el nuevo conservadu­rismo norteameri­cano, encarna con orgullo el espíritu misino: algún día levantarem­os cabeza, algún día venceremos.

Ese día parece que ha llegado.c

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