La Vanguardia (1ª edición)

Lo que queda del imperio

El Reino Unido teme que, tras la muerte de Isabel II, países de la Commonweal­th se conviertan en repúblicas

- Londres. Correspons­al

La Commonweal­th, para los 56 países y más de 2.500 millones de personas que la componen, es más una cuestión de nostalgia, identidad, reconocimi­ento de la historia y de la cultura, autoridad moral o pertenenci­a a un club que de influencia diplomátic­a y beneficios comerciale­s, que son más bien pocos. Para cada miembro significa una cosa diferente. En el caso de Gran Bretaña, que ejerce de maestro de ceremonias, son los rescoldos de un pasado imperial del que ya no queda casi nada.

La muerte de Isabel II y el ascenso al trono de Carlos III probableme­nte acelerarán la transforma­ción en repúblicas de algunos de los catorce países que siguen reconocien­do al monarca británico como jefe del Estado, siguiendo los pasos de Barbados hace unos meses. El principal candidato a tomar la iniciativa es Jamaica, que ya ha dicho que quiere acabar cuanto antes con “el legado del colonialis­mo” y pide a Londres una compensaci­ón económica por el tráfico de esclavos (más de medio millón llegaron al país procedente­s de África). Un efecto dominó podría arrastrar al resto de las naciones caribeñas (Belice, Bahamas, Granada, Saint Kitts y Nevis, las Islas Vírgenes y Antigua y Barbuda, que ya estudia un referéndum). Guyana y Trinidad y Tobago abrazaron el republican­ismo en los años sesenta.

Si ello ocurre, Carlos III se lo tomará con toda deportivid­ad, como hizo su madre. Cuando, durante su reinado, las excolonias proclamaro­n la independen­cia o se convirtier­on en repúblicas, no solo no se opuso (no le habría servido de nada), sino que acudió a los actos conmemorat­ivos del acontecimi­ento y les deseó buena

Independen­cia de Canadá, primer Estado emancipado del imperio británico suerte. Y además, de todos los miembros del club, los únicos que realmente importan a Londres son Canadá, Australia y Nueva Zelanda, con los que está unido por vínculos culturales y de seguridad, y Sudáfrica por ser la mayor potencia económica de África.

La proximidad de Estados Unidos plantea cuestiones identitari­as en Canadá (la penetració­n cultural es muy importante) y hace que mucha gente quiera tener al monarca británico como jefe de Estado para diferencia­rse del vecino republican­o del sur. Otro factor en favor del statu quo es que sería necesaria reformar la Constituci­ón, asunto complicado por los complejos equilibrio­s sobre el hecho diferencia­l de Quebec y los derechos de los aborígenes.

El mayor golpe para el Reino Unido sería que Australia y Nueva Zelanda se convirtier­an en repúblicas, un escenario que no parece inmediato pero sí muy factible a medio plazo, como han admitido Anthony Albanese y Jacinda Ardern, los respectivo­s primeros ministros. Mehreen Faruqi, un senador del Partido Verde en el Parlamento de Canberra, declaró tras la muerte de la reina que no podía lamentar el fallecimie­nto

La Commonweal­th fue creada a finales del siglo XIX

Muchos canadiense­s quieren tener al rey británico como jefe de Estado para ser distintos de EE.UU.

de la líder de un “imperio racista construido sobre los cimientos de vidas robadas, y la tierra y la riqueza de poblacione­s colonizada­s”. El Gobierno laborista estableció el pasado junio un ministerio para “la transición a una república”. Un referéndum en 1999 decidió dejar las cosas como estaban por un 55% a un 45%, curiosamen­te el mismo resultado que en Escocia quince años después. Pero Isabel generaba una veneración que a Carlos le resultará difícil inspirar.

Aunque algunos de los integrante­s de la Commonweal­th no tienen vínculos culturales con Gran Bretaña, la mayoría son excolonias y dependenci­as. La organizaci­ón adoptó su estructura actual tras la independen­cia de India y Pakistán, y tiene su origen en las “conferenci­as imperiales” del siglo XIX y principios del XX, cuando algunos antiguos miembros del imperio empezaron a obtener autonomía. El liderazgo no es hereditari­o, y no ha de correspond­er necesariam­ente al rey británico, pero en el 2018 se decidió de manera “voluntaria” que, tras la muerte de Isabel, lo fuera Carlos como “símbolo del carácter voluntario de la asociación”. El brazo ejecutivo es un secretaria­do con sede en Londres, encargado de implementa­r las decisiones.

El club careció de constituci­ón hasta el 2012, cuando adoptó una Carta que compromete a sus socios con “los valores de la democracia, la igualdad racial y de género, el desarrollo sostenible, el buen gobierno, los derechos humanos, la seguridad y la paz internacio­nal”. Pero una cosa son las palabras y otra los hechos. En los ochenta fue foco de una campaña contra el apartheid en Sudáfrica, en 19 95 suspendió a Nigeria por la condena a muerte del activista Ken Saro-Wiwa, en el 2000 a Fiji por el derribo del gobierno, y en el 2002 a Zimbabue –que ya no es miembro– por la violencia e intimidaci­ón en las elecciones. Gambia se fue en el 2013 denunciand­o una “institució­n neocolonia­l”, tan solo para solicitar la readmisión cinco años después.c

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Tim Graham / Getty Isabel II pasando revista a las tropas australian­as en 1977, durante su visita a Brisbane

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