La Vanguardia (1ª edición)

Una tragedia catalana

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Nuestra sociedad, frágil y atomizada, dominada por el emotivismo, está indefensa ante unos gobernante­s y una práctica política, mayoritari­amente irresponsa­ble, incapaz de asumir las consecuenc­ias de sus actos, rendir cuentas y aprender de sus errores.

El trágico cisne negro que fue la covid nos mostró muchas cosas. Fue una ocasión histórica para aprender; de poco ha servido.

El presidente del Gobierno aún se pavonea de su buena política a pesar de que hundió económicam­ente a España, con una caída del PIB del 11,3%, que no será capaz de recuperar antes de diciembre del 2023, logrando, además, el hito de que nuestra esperanza de vida retrocedie­ra por vez primera desde la Guerra Civil. Enterramos a 162.000 personas, de las que 35.000 vivían en residencia­s. Nadie ha rendido cuentas, ninguna comisión parlamenta­ria o científica ha revisado el porqué de tanto desastre.

Por eso es tan decisivo el estudio de The Lancet “Estimación del exceso de mortalidad debido a la pandemia de covid-19: un análisis sistemátic­o de la mortalidad relacionad­a con covid-19, 2020-21”, que desnuda la dimensión de la tragedia a partir de las muertes declaradas y el cálculo del exceso de mortalidad.

Como afirma el propio estudio, “una medición precisa del número de muertes es crucial para que comprendam­os la magnitud del impacto de la pandemia, la relación entre infección y letalidad e investigar opciones de políticas alternativ­as”. Pues bien, esto es lo que no parece interesar en absoluto a nuestros gobernante­s.

El estudio señala 18,2 millones de muertes en el mundo para el periodo 2020-2021, muchas más de las 5,94 millones oficiales, y una tasa de 120,3 muertes por cada 100.000 habitantes.

En este contexto, ¿qué tiene de trágicamen­te escandalos­o el caso de Catalunya? Pues lo más decisivo: los 35.600 muertos en lugar de los 24.500 oficiales, que ya eran muchos. Esto significa 252,6 fallecidos por cada 100.000 habitantes. Es una magnitud mucho mayor que la española (186,7) y nos convierte en la primera autonomía en defuncione­s, por encima de la criticada Madrid (217). Eso solo ya habría exigido informació­n, explicacio­nes, debate: ¿por qué Catalunya obtiene tan malos resultados? Pero es que nuestra singularid­ad negativa es mucho peor.

La población de Catalunya significa el 0,09 de la población mundial, pero nuestros muertos son el 0,195, más del doble. En Europa solo superan nuestra tasa de mortalidad países del centro y el este: Polonia,

Hungría, Bulgaria… y Rusia. Pero se trata de sanidades públicas dotadas de muchos menos recursos, porque correspond­en a países con menores rentas nacionales por persona. ¿Es acaso con ellos con quien debemos compararno­s para decir que no somos los peores de Europa? Porque si exceptuamo­s a este grupo, Catalunya registra

La tasa de mortalidad por covid en Catalunya es una de las peores de Europa

el peor resultado, incluido el caso italiano (221,1) que tuvo la desgracia de registrar el primer e inesperado embate de la covid. Todos quedan por debajo: la vecina Francia (124,2), Bélgica, que ocupó titulares alarmantes en las television­es (141,6), el Reino Unido, donde parecía, leído desde aquí, que se acababa el mundo (126,2). Y vale la pena recordar los tétricos reportajes sobre Nueva York (204,8) y Estados Unidos (179,3). ¿Y Brasil? Incluso nuestra frágil memoria recuerda las terribles imágenes de entierros masivos fuera de los saturados cementerio­s; pues su tasa es de 186,9, un 26% menor que la cifra catalana.

A escala estatal y de los 74 países y territorio­s considerad­os en el estudio, solamente superan la cifra de Catalunya, junto con los ya indicados, tres de la América andina (Bolivia, Ecuador y Perú), además de México y Venezuela, que manipuló de forma indigna sus datos oficiales. Cinco estados del África subsaharia­na del sur, e Irak, Líbano, Libia y Túnez, países con estados destruidos. Nadie más, ni en África, Asia (India, otro clásico de imágenes angustiosa­s; 152,5) ni Oceanía.

¿Por qué no hemos sido capaces de acercarnos a los resultados de otros pequeños países europeos? Ya no digo Dinamarca o Suecia, pero ¿no podíamos ser como Austria (107,5) o Bélgica? ¡Qué digo! ¿Como el modesto Portugal, y nos habríamos ahorrado un 20% de muertos?

Ese es el escándalo y el daño que reparar mediante un informe independie­nte de las causas. Esta es la exigencia. Hasta que no se satisfaga, no habremos enterrado con dignidad a las víctimas.c

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