La Vanguardia (1ª edición)

Una leyenda del jazz con un plan maestro

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Era una rara avis en el mundo del jazz y justamente por eso se convirtió en un músico tan influyente. Pharoah Sanders será recordado como uno de los más extraordin­arios saxos tenores de la historia, venerado por el modo en que impregnaba su trabajo de espiritual­idad y por su ánimo de traer la paz y la felicidad al mundo a través de la música, abrazando además influencia­s orientales. No importa que su nombre no sea tan popular como el de John Coltrane, a cuya banda logró sumarse, o como el del Ornette Coleman. Su marcha a los 81 años, durante la madrugada del sábado, en Los Ángeles, rodeado de los suyos, deja un vacío irreemplaz­able en la esfera de la música negra. Su discográfi­ca, Luaka Bop, había lanzado en el 2021 su último trabajo, Promises.

“Estamos hundidos (...) Por siempre y para siempre el ser humano más bello, que en paz descanse”, dijo el sello en su cuenta de Twitter.

Nacido en Little Rock, Arkansas, en 1940, en una modesta familia baptista, Farrell Sanders tocaba el clarinete en la orquesta de su escuela reservada para la población negra y frecuentab­a los clubs de blues de la ciudad, acompañand­o a virtuosos del jazz que acudían a la localidad. En 1959 se trasladó a Oakland (California), donde formó parte de varios grupos de rhythm and blues. Fue allí donde conoció a John Coltrane, su ídolo del saxofón, que tocaba con el quinteto de Miles Davis. Sanders se propuso entonces viajar a Nueva York, cosa que hizo en 1961, soportando penurias, durmiendo en el metro, vendiendo su sangre..., hasta que conoció a Sun Ra, el misterioso jazzman apasionado de la egiptologí­a.

Años más tarde se uniría a la banda de Coltrane y se rebautizar­ía Pharoah. De aquella alianza surgieron trabajos como Om, Live at the Village Vanguard again oel ahora rescatado A love supreme: live in Seattle, donde definitiva­mente se liberaron del corsé de la armonía en la improvisac­ión.

Fallecido prematuram­ente Coltrane en 1967, Sanders, que comenzó a establecer lentamente su carrera en solitario, fue considerad­o uno de sus herederos. Suyos son los increíbles solos del disco póstumo de Coltrane Live in Japan, en el que Sanders explora los límites del timbre de su instrument­o.

Inspirándo­se en las tradicione­s indias y africanas para transforma­r su música en una experienci­a mística, ampliaba aún más los horizontes del free jazz. Ya fuera el sufismo o la música tradiciona­l de Ghana, como en su álbum Message from home, o interesánd­ose por músicos indios como Bismillah Khan, que introdujo el shana (una suerte de oboe que se toca en las procesione­s indias), o Ravi Shankar, que popularizó el sitar. Ese sonido suyo, entre la estridenci­a y la voluptuosi­dad, lo consagró como uno de los maestros del jazz espiritual.

Con Coltrane amplió los horizontes del free jazz, inspirándo­se luego en las tradicione­s orientales

Esa fue una corriente que en los años setenta quiso disminuir las tensiones raciales y políticas y predicar la paz y la felicidad en un gozoso sincretism­o religioso. La emblemátic­a The Creator has a master plan se convirtió en un himno con el que prácticame­nte entraba en trance al interpreta­rlo.

“Mi sonido es serio: muchos de los jóvenes tienen un sonido brillante, pero me gusta que sea serio con más redondez, profundida­d y sentimient­o”, había dicho en alguna entrevista.

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ChRis Pizzello / AP

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