ESCENARIOS
el actor Alain Delon. Se enamoró de él y en 1962 dio a luz a su único hijo, Christian Aaron Boulogne, al que llamaba Ari. Delon negó siempre la paternidad aunque su parecido físico era palmario; y fue la madre de Delon, Edith Boulogne, quien lo crió pese a los esfuerzos de Nico por evitarlo.
Y también a través de esa película fue que Andy Warhol ya sabía de quién se trataba cuando conoció a Nico en París. Poco más tarde recalaría en Nueva York, cuando ya tenía claro que también quería ser cantante. Allí Warhol la convirtió en su musa, imagen de la Factory –símbolo creativo del
Orfanato.
Reencuentro de su vida, allí “había hallado un hogar espiritual y emocional”. Regresó en 1988 a la isla, con la ambición de escritora en ciernes y para reiniciar la relación con su hijo Ari, que ya tenía 25 años. Un día de julio fue en bicicleta desde la casita de campo donde vivía a la ciudad a comprar hachís y todo apunta a que se cayó y rodó por un terraplén. Unos transeúntes la encontraron, no podía hablar y llamaron a una ambulancia. Tres hospitales se negaron a admitirla: la tomaron por una vagabunda o bien era extranjera y no tenía seguro médico, o pensaron que era una vieja hippy que había estado mucho al sol. El de Can Misses sí lo hizo... pero no supieron diagnosticar que sufría una hemorragia cerebral y no una simple insolación. El 18 de julio pasó a mejor vida. Su hijo Ari recuerda ahora, como se lee en el libro, que quince días antes del deceso, su madre “repasaba sus recuerdos y volvía a estar guapa, guapísima, en paz”. Sí le oyese, ella le diría: “Arilein, me haces muy feliz”.c
El segundo gran homenaje-tributo musical de estas fiestas de la Mercè normales tuvo ayer como epicentro la obra del pianista y compositor Tete Montoliu. Mientras que el otro recuerdo de este año tuvo como diana la dimensión artística completa de Pau Riba –fallecido este año–, el que se ofreció ayer giraba en torno a la obra de Montoliu en el 25 aniversario de su desaparición.
El día elegido fue climatológicamente soleado, no tan fresquito como anteayer, y en el adecuado Teatre Grec. Fue, así, el primer día de las fiestas en donde no se preveían incidencias de ese tipo, ya que en la jornada del sábado se suspendió por la lluvia el programado a medianoche por el grupo Egon Soda en el mismo Teatre Grec. Al que hay que sumar la cancelación por razones técnicas del de Delafé y las Flores Azules la madrugada del domingo en la playa del Bogatell.
Ayer a partir de las ocho y media de la tarde el recuerdo de Tete llenó de jazz y blues (bolero incluido) un espacio –que al empezar estaba cerca del lleno–en el que éste se había estrenado hace 32 años. Vuela el tiempo, pero el arte permanece. Y es que fue el pianista Ignasi Terraza, con Pere Pons como ideólogo , el que condujo el navío al frente del timón musical, lo que ya era sinónimo de garantía por una triple razón que no por obvia es menos cierta: ambos son brillantes pianistas, invidentes y músicos con una enorme capacidad transmisora.
Sobre un repertorio de una docena de composiciones, trabajó un trío base integrado por el propio Terraza, el contrabajo de Horacio Fumero y la batería de Aldo Caviglia (ambos colaboradores del homenajeado en diferentes momentos), así como la puntual voz de Laura Simó, que fue la vocalista de Montoliu en el último tramo de su carrera, y que recordó a Joan Manuel Serrat con Perquè la gent s’avorreix tant. Y abrieron como no podía ser de otra manera con el Blues per a Tete, al que le seguirían Milestones y un impecable y fluido
Blues medley, con retazos de
Montserrat, Carícies, Blues for Núria y Blues for Line.
A partir de allí ya fueron alternándose diversos músicos y vocalistas invitados, destacando una tripleta de pianistas catalanes de diferentes generaciones como Pere Ferré –de caminar lento pero de manos veloces a sus 91 años: ovación ensordecedora–, Manel Camp y Albert Bover. Estos dos últimos dieron virtuosa vida a Blues para el pianista desconocido, corte del glorioso álbum Vampyria, firmado por Montoliu y Jordi Sabatés (fallecido este año). También se sumarían a la fiesta la pianista Elisabet Raspall, que rememoró a la asimismo desaparecida Núria Feliu con Ves i perde’t –adaptación del Bye, bye, blackbird –y acompañada por la sobrina de ésta, la vocalista Mireia.
También compartieron su recuerdo por el maestro el saxo Eladio Reinón y el trompeta Josep Maria Farràs, que entre otras piezas tocaron el Fried bananas de clausura con el trío vehicula. No sé si 25 anys sense Tete
como rezaba la convocatoria, pero anoche estuvo más presente que nunca.c