La Vanguardia (1ª edición)

“El turismo literario es enajenació­n mental, ves cosas que no están”

Periodista y escritor, publica ‘Siete días en la Riviera’

- Xavi Ayén Bar elona

Lord Byron, Mary Shelley y su marido Percy, los Rolling Stones, Grace Kelly, David Niven, Jean Cocteau, Patti Smith... son algunos de los personajes que aparecen en Siete días en la Riviera (Catedral), el nuevo libro del periodista y novelista Miquel Molina (Barcelona, 1963), director adjunto de La Vanguardia, que realiza un recorrido por los dos lados de la Riviera, el italiano y el francés, siguiendo la estela de esos fantasmas del mundo de la creación que pasaron por lugares como los bosques del barón rampante de Calvino o localidade­s como Génova, Porto Venere, Villefranc­he-sur-Mer, San Terenzo, Lerinci, Viareggio...

Este libro tiene alguna conexión con su (2020) pero es muy distinto...

Ambos son un viaje, pero aquí el marco espacial y temporal son más amplios. Se repite solo el personaje de Byron; en una etapa posterior, nos lo encontramo­s enamorado, cansado, reflexivo y vulnerable.

Hasta concede una entrevista a Lady Blessingto­n.

Había entonces un cierto turismo literario. Byron era famoso, y los ingleses que hacían el grand tour querían encontrárs­elo a su paso por Italia. Lady Blessingto­n vino a verle a Génova y mantuviero­n una conversaci­ón de igual a igual, sin tensión sexual. Y ella, con técnicas de periodismo muy avanzadas, consigue extraerle declaracio­nes sorprenden­tes en las que manifiesta su vulnerabil­idad, vemos a un personaje que se ha creado un aura de malditismo pero que no lo es.

No solo sigue a fantasmas de desapareci­dos, sino a Patti Smith.

En este caso, es ella la que parece se

Cinco horas en Venecia

guirme allí, porque me voy encontrand­o que está en lugares por los que paso. La verdad es que me ha acompañado toda mi vida: a los 14 años, tuve mi primer trabajo montando bolígrafos y lo primero que gané me lo gasté en comprar su disco Horses. Ella iba colgando posts de Instagram por la misma zona, y pensé que una buena lectora, como ella, de Baudelaire, Rimbaud y Bolaño, tal vez había venido, como yo, a ver dónde naufragó el poeta Percy Shelley.

El agua, y los nadadores, son importante­s en este libro.

A mí no me gusta nadar ni la playa pero a veces acepto el sacrificio de hacerlo, por ejemplo para entrar en la gruta –más bien una hendidura– de Byron.

Byron cojeaba y el mar le permitía sentirse superior al resto. Durante una época fue excesivo en sus hábitos pero también tuvo largas épocas en que se dedicaba a escribir y a nadar.

Eso le emparenta con los otros protagonis­tas del libro, los Rolling Stones. Sí, si ves a Mick Jagger en un escenario, hay que admitir que, pese a los excesos del pasado, debe de llevar mucho tiempo comiendo bien y haciendo yoga. Algunos románticos viven a fondo los excesos y otros solamente los sobrevuela­n. Hay muchos vínculos: en el primer concierto sin Brian Jones, Jagger lee el poema Adonais de Shelley en su honor.

Aquí su Beatrice, Elisabetta, le acompaña en una parte del trayecto.

El mejor viaje, el que produce más sensacione­s y te abre a lo insospecha­do, es el que haces solo, pero si tu acompañant­e acepta tu locura... El turismo literario es entrar en un estado de enajenamie­nto mental que te permite ver cosas que en realidad no están.

Hay un momento en que entramos en un cuadro.

Fue un descubrimi­ento. No puedo decir con seguridad que el escenario que inspiró, a finales del XIX, La isla de los muertos de Böcklin sea la Torre Scola que hay ante Porto Venere pero las similitude­s son muchas.

Llega a la casa de los Rolling Stones.

En 1971, en Villefranc­he-sur-Mer, en la Villa Nellcôte, grabaron uno de sus mejores discos, el Exile on Main Street.

El motivo principal de su traslado a la Costa Azul fue buscar un entorno fiscal más benigno, porque estaban arruinados, y desintoxic­arse de la espiral de autodestru­cción en que vivían. Keith Richards se instaló en Villefranc­hesur-Mer con su mujer y su hijo y los demás en otras localidade­s. Solo se juntaban para grabar las canciones en el sótano, aunque se ponían en diferentes habitacion­es. Fue el único momento en la historia del grupo en que, en vez de Jagger, mandó Richards.

Hay un contraste entre la magia de aquel disco y ciertas escenas, como el niño que trae la cocaína...

Una cosa es el mito de la grabación del que para algunos es su mejor disco, y otra el ambiente que debía de haber allá, con traficante­s de Marsella y Génova pululando. A lo mejor no era tan idílico como en las fotos que les hizo Dominique Tarlé, que era un esteta y a quien entrevisto porque supo retratar la belleza de aquello y de toda la época.

¿Qué libros lleva ahí?

Paralelism­os “Los románticos clásicos, como las bandas de rock, podían vivir a fondo los excesos o sobrevolar­los”

Los Rolling Stones “En 1971, en Villefranc­hesur-Mer, fue el único momento en que mandó Richards en vez de Jagger”

Son ejemplares de las poetas románticas de la época, Letitia Elizabeth Landon (LEL), Felicia Hemans, Mary Tighe... Fueron mujeres que vendían entonces más libros que Byron y Shelley y eran mucho más famosas.c

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Xavier Cervera Miquel Molina lee un poemario de la romántica Letitia Elizabeth Landon, en una edición publicada en vida de Byron

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