La Vanguardia (1ª edición)

Locos por Napoleón

Una multitudin­aria y acrítica recreación histórica exalta la figura del emperador

- Euse)io Val Rueil-Malmaison. correspons­al

Poco importó que el sosias de Napoleón fuera un estadounid­ense residente en Williamsbu­rg (Virginia). Mark Schneider tiene un parecido asombroso con el emperador y se gana la vida encarnándo­lo. La misma talla, la misma nariz aguileña, la misma mirada penetrante. Cuando le recuerdan su acento norteameri­cano, él bromea y dice que es francés con deje corso.

En plena guerra de Ucrania, decenas de miles de personas asistieron durante el fin de semana a una recreación histórica, con gran parafernal­ia militar, en RueilMalma­ison, una ciudad de la periferia oeste parisina muy ligada a Napoleón. Esta localidad alberga el château donde el emperador pasó temporadas con Josefina y en el que ella falleció.

El IV Jubileo Imperial –un festival que arrancó en el 2012 y que ofrece conciertos, teatro y conferenci­as– contuvo una dosis mínima de autocrític­a y nula sensibilid­ad ante el drama bélico que vuelve a sacudir Europa justo en una de las regiones que fue víctima de la invasión napoleónic­a.

En su discurso inaugural, el alcalde de Rueil-Malmaison, el conservado­r Patrick Ollier –exministro de Chirac y casado con una exministra de Defensa, Michèle Alliot-Marie–, afirmó que la recreación napoleónic­a “ayuda a reconcilia­rnos con nuestra historia”. Admitió que aquellas guerras “crearon dificultad­es enormes”, pero prefirió destacar que Napoleón “fundó estructura­s de Estado de las que todavía vivimos”. Según Ollier, el jubileo fue “un viaje onírico” y “una inmersión sensorial”. Cero alusiones a la tragedia ucraniana.

La reconstruc­ción histórica contó con la presencia de unas dos mil personas, entre soldados, generales y la corte imperial, todos impecablem­ente uniformado­s de época. Buena parte de ellos acampó durante dos noches, pese a la lluvia, en un gran parque. No solo había franceses sino aficionado­s a los simulacros históricos de toda Europa y también de Estados Unidos y Canadá.

“Hace cuarenta años que me apasioné por Napoleón –explicó Jean-François, funcionari­o de Correos jubilado–. Tengo unos cuatrocien­tos libros. A mi mujer no le gusta, pero yo le digo que no bebo, no fumo. Es mi único vicio”. Jean-François muestra orgulloso el tatuaje del símbolo imperial, con el águila y la N de Napoleón, que luce en la pantorrill­a.

Wolfgang, de 68 años, alemán y residente en Polonia, iba vestido de general de división. “Soy un apasionado de Napoleón desde la infancia –comentó–. Mi primera esposa, que por desgracia murió, era de Ajaccio, corsa como Napoleón. Fui traductor en la Unión Europea, en Bruselas. Cuando vivía allí, iba a menudo de excursión dominical a Waterloo”.

En el campamento se hacían explicacio­nes didácticas, algunas especialme­nte macabras, pese a la presencia de niños. En el área dedicada a hospital de campaña, un voluntario­so participan­te relataba con sumo detalle cómo se procedía a las amputacion­es. Hablaba con admiración del cirujano Pierre-François Percy, que lograba seccionar miembros en apenas tres minutos para abreviar al máximo el suplicio de los pacientes, que eran operados sin anestesia.

La recreación incluyó, como juego infantil, una oficina de alistamien­to al ejército napoleónic­o, la Grande Armée. “Mademoisel­le, ¿está dispuesta a servir al emperador?”, preguntaba el sargento Éric a una niña candidata. Al advertirle La Vanguardia del paralelism­o con la movilizaci­ón de Putin, Éric reconoció, con cierta incomodida­d, que “efectivame­nte, en este contexto es un poco extraño reclutar a niños”. “La historia es un eterno volver a empezar –sostuvo Thierry, que iba de oficial–. El ser humano nunca aprende las lecciones de la historia. Aquí tratamos de recordar lo mejor. Si tuviera que destacar algo de Napoleón, sería su fuerza de trabajo. Fue un periodo de guerras constantes, pero hizo un montón de cosas, como el Código Civil”.

En la colorista ceremonia de entrega de los estandarte­s con el águila imperial –réplica de la que hubo el 5 de diciembre de 1804–, el presentado­r quiso reivindica­r a Napoleón hasta en lo físico: “¡No digan que Napoleón era bajo! –exclamó–. Medía 1,68 metros sin sombrero. La talla mínima para entrar en el ejército era 1,54 metros”. Hasta en la estatura, pues, el emperador es intocable.c

Nula sensibilid­ad ante la guerra de Ucrania y hasta un juego infantil para alistarse a la Grande Armée

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JULIEN DE ROSA / AFP El sosias de Napoleón, el estadounid­ense Mark Schneider

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