Márquez sí que da la talla
El campeón de Cervera firma el cuarto puesto en el GP de Japón en su primera carrera completa en cuatro meses, el día que fallan los tres candidatos al título
La gloria de Motegi fue para Jack Miller, que se apuntó merecidamente su primer triunfo del año en una escapada a lo Doohan, aniquilando la emoción desde antes de media carrera. Pero los sombreros en Japón se quitaron al paso de Marc Márquez: lo de este piloto de 29 años con perenne cara de niño es de película de superhéroes. En su primera carrera completa en cuatro meses, después de su cuarta operación de húmero, rozó el podio. Un cuarto puesto que le supo a victoria.
Un cuarto puesto, 13 puntitos al saco, que se sobredimensiona ante las discretas actuaciones de los que se la juegan: 8.º puesto del líder Fabio Quartararo, abandono por caída de Pecco Bagnaia –que no pasó del 9.º en su tímida remontada– y 16.º de Aleix Espargaró tras un error técnico en la vuelta de reconocimiento. Ninguno estuvo a la altura de su papel protagonista del Mundial.
Un cuarto puesto, además, en seco. Sin la ayuda del asfalto mojado, como podían argumentar, en demérito del catalán, los que menospreciaban su primera pole después de 1.071 días.
Un cuarto puesto que, pese a la ausencia de champán del podio, tiene un sabor especial, de éxito, de gesta. Así se lo reconoció su equipo con un salva de aplausos al llegar el pluricampeón al garaje, después de haber aguantado sin dolor del brazo las 24 vueltas, la tanda más larga que ha dado en cuatro meses, y, no contentarse con acabar quinto, sino que se atrevió a lanzar un último ataque para conquistar una posición más. Pura ambición de depredador.
“Hacía mucho tiempo que no podía atacar en una vuelta final a alguien; era al revés, siempre me atacaban a mí”, explicaba un Márquez que confesaba haber acabado “con muy buen sabor de boca, incluso mucho mejor que en Aragón”. Primero, por haber podido competir sin dolor, sin forzar la posición en la moto, sin sufrir, “y haber aguantado un ritmo constante de principio a fin”; y, segundo, por haber sido competitivo y demostrarse que no ha perdido el instinto killer, como se vio en el ataque a Miguel Oliveira.
Todo ello, detallaba Márquez, sin haberse vuelto loco, sin tener que tirar de trucos. “Sin inventar nada”, como decía. “No he querido inventar ni hacer nada del otro mundo. He querido acabar la carrera, intentando no cometer errores”, señalaba, recordando sin citarla su primera aparición en Aragón hace una semana, en la que duró a penas ocho curvas.
Sabe Márquez que no ha vuelto en este tramo final de curso para deslumbrar con adelantamientos ni para obsesionarse con la victoria; solo quiere seguir creciendo, acumular kilómetros y muscular su confianza para llegar al 2023 siendo el Marc de siempre. Aunque a veces se le escape el instinto, que empieza a saber controlar.
Ante la cúpula de Honda, el 93 continuó creciendo. Perdió el favor de la pole en una salida horrenda, “por un problemilla técnico” que lo retrasó al quinto puesto. Allí transitó casi toda la carrera, paciente detrás de Binder y Oliveira. “Ahí me dije: ‘no inventemos’”. Aun así, le hincó el diente al portugués para calibrar su recuperación. Va por el buen camino. “Tenemos que seguir insistiendo, la clave para llegar adonde queremos”. En Tailandia, más.
“No he querido inventar ni hacer nada del otro mundo; solo he querido acabar la carrera”, confiesa el 93