La Vanguardia (1ª edición)

‘Vinyes mortes’

- Víctor-M. Amela

Qué le hizo poeta?

Todos sentimos similares emociones, las escribas o no: todos somos poetas.

¿No hay un detonante?

Me enamoré y no fui correspond­ido, de jovencito. Y me refugié en los libros.

Buen refugio.

Cuidado, la lectura es muy peligrosa.

¿Peligrosa?

Leía a poetas románticos ingleses, me identifiqu­é con el mito romántico, me aparté del mundo real... y eso puede llevar a un jovencito a un lugar peligroso.

¿Está aludiendo al suicidio?

El éxito del Werther del poeta Goethe coincidió con una ola de suicidios de jóvenes en toda Europa...

A su edad usted ya está a salvo.

Pero no de un accidente de moto, que tuve y me ha apartado de viejos hábitos poco saludables: ahora estoy más tranquilo, sí.

¿Qué es la poesía?

Una forma de respirar, la poesía está en todo lo que haces, en el fútbol, en las drogas, en ir en bici... Todo es poesía.

¿Y aquí, en estas viñas?

Crecí en los viñedos del Penedès, los amo.

¿Tienen poesía, también?

Mucha poesía: la poesía existe para procurarno­s libertad, la libertad que nos falta.

¿No se siente libre?

Eso origina mi obsesión por escribir, desde niño, en Sant Sadurní d’Anoia.

Algo sabrá de viñedos y vinos...

Nací justo entre las bodegas de Codorníu y Freixenet. Mi abuelo paterno trabajaba en Codorníu como desgorjado­r, y mi abuelo materno trabajaba en Freixenet.

Imagino las sobremesas familiares.

Oía historias sobre viñedos, cavas de vinos y espumosos, botellas... Ambos abuelos habían llegado de jóvenes a Sant Sadurní desde lugares lejanos, para trabajar.

Es usted nieto de las viñas.

Busco dignificar­las con mis poemarios, y con mi Festival de Poesía en las Cavas. O con esta instalació­n artística...

Veo viñas colgadas del revés...

La he titulado Vinyes mortes y es un montaje permanente sobre lo que sucede aquí.

¿Qué sucede aquí?

Que Catalunya deja morir sus mejores patrimonio­s, desde la poesía hasta las viñas.

No sé si primero fue el vino o fue la poesía, pero seguro que han ido siempre de la mano. Santi Borrell me regala una botella de vino natural de la variedad de uva malvasía, y mientras la descorcho en casa me llega un mensaje suyo: “La poesía está detrás de un pájaro. Se le llama poesía como se le podría denominar de otra manera”. Y añade que “la vida es un milagro y debemos regalarle milagros”. Y Santi Borrell hace lo que puede con su montaje Vinyes mortes y su Festival de Poesía en las Cavas, donde le conocí y desde hace quince años recita los versos que hoy antologa en Poemes,

(Edicions de Pedra), tras haber publicado sucesivos poemarios y también una completa Història del cava. El próximo viernes por la tarde presenta su antología en la librería La Temerària de Terrassa.

¿La poesía en Catalunya agoniza?

Catalunya maltrata mucho a sus poetas, las editoriale­s descuidan la poesía, al poeta no se le paga, las institucio­nes dan la espalda a la poesía... Así Catalunya jamás será un país libre. No hay cultura fuerte.

Se habrá quedado usted a gusto. Menospreci­amos la cultura, la reducimos a cuatro euros para la fiesta mayor, para Sant Jordi y para alguna conferenci­a.

¿Qué sugiere hacer?

Poner más recursos, más voluntad y más amor. La poesía tiene futuro... si la apoyamos. Mi festival poético, al que la gente viene y disfruta, es mi felicidad.

¿Qué les gusta más a los que vienen?

Escuchar a diversos poetas recitar sus propios versos en la profundida­d subterráne­a, perfumada y umbría de las cavas.

Suena poético.

La gente tiene ganas de escuchar poesía, de que los poetas les lean versos: asistir a las emociones de otro es emocionant­e.

A la vez las viñas agonizan, me decía... Por eso cuelgo los ceps del revés, para denunciar al mundo que aquí nos estamos equivocand­o.

¿En qué?

Nuestros viticultor­es han tenido ancestralm­ente una mentalidad derrotista, y muchos desertan de la tierra de sus mayores y así deviene la agonía del viñedo, y por eso los pongo con las raíces al cielo...

¿Qué actitud sería más benéfica?

Debiera haber más payeses comprometi­dos con su viñedo propio y con inquietud y voluntad para elaborar su propio buen vino, ligado a la tierra, vinos naturales.

Y los hay.

Más, más. Y hagamos que puedan subsistir dignamente mediante un precio digno de sus botellas. Pero se les maltrata, igual que a los poetas: se les paga fatal, también.

¿Con qué consecuenc­ias?

Se irán abandonand­o viejos viñedos y perderemos nuestro paisaje: colocarán aerogenera­dores, placas fotovoltai­cas, polígonos industrial­es, trenes y carreteras...

Y el cambio climático, encima.

Sí, es otra amenaza que se suma en acelerar la extinción de este patrimonio.

¿Ha trabajado usted en el sector?

Un tiempo, ya que estudié enología. Y viví la guerra del cava: luchas de egos...

Muy poco poético esto, convendrá...

Cierto, por eso admiro a los franceses, que le ponen tanto amor y poesía a sus vinos. Porque la tienen. Aquí... nada de eso.

Traiga algo aquí de su poesía.

Pasea entre viñas tras la vendimia y su perfume de uva madura llenará tu alma.

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