“El azúcar sube, los salarios no”
Los trabajadores de la caña, pobres entre los pobres, esperan la victoria de Lula da Silva en las elecciones del domingo
Parece un flashback a las plantaciones del siglo XVIII. Un centenar de trabajadores de la caña de azúcar, minúsculas figuras negras en un inmenso paisaje ocre de cañas secas, cavan en la tierra a golpes de azada. Luego se sembrará la caña.
Ganan 41 reales –unos ocho euros– por un día de trabajo cuantificado como el área marcada por un capataz con una vara de medir: 30 brazas cortadas, unos 6,6 kilómetros de surco. “Yo lo haré en ocho horas y beberé cinco litros de agua”, calcula un trabajador, delgado como su azadón. Su padre y su abuelo eran cortadores de caña aquí. Los antepasados más distantes, esclavos.
41 reales no dan para mucho estos días en Brasil, donde las subidas de precios de los alimentos y los combustibles han reavivado el espectro del hambre en las zonas rurales de Alagoas, Pernambuco, Ceará y otros estados del noreste brasileño. Al igual que los productores de cereales y carne, las empresas azucareras –que fabrican diferentes clases de azúcar así como biocombustibles– están en un buen momento. “El precio del azúcar sube; los salarios, no”, dice el trabajador. Brasil es el productor de azúcar más grande del mundo.
Increíblemente, estos trabajadores de la caña no son los peor remunerados en esta parte de Alagoas. Con el 64% de la población ganando menos de 5,5 dólares diarios, este es el séptimo municipio más pobre de Brasil, (los seis primeros son todos de la Amazonia), según el ranking de Marcelo Neri, de la Fundación Getulio Vargas. El colindante Pernambuco, donde nació el candidato presidencial Luiz Inácio Lula da Silva, hace 77 años, es el estado en el que más ha subido la pobreza desde el inicio de la pandemia.
Estos sembradores de caña esperan con ganas la primera vuelta de las elecciones presidenciales el próximo domingo y la esperada victoria de Lula aunque sea en la segunda vuelta, el 29 de