La Vanguardia (1ª edición)

Un teatro atemporal

- C livar

La trena

Intérprete­s: Cristina Genebat, Marta Marco, Carlota Olcina, Clara Segura

Autoría: Laetitia Colombani

Dirección: Clara Segura Crespo

Lugar y fecha: Teatre Goya (15/IX/2022)

Tres continente­s (América, Asia y Europa), tres religiones (judaísmo, catolicism­o e hinduismo), tres entornos sociales (profesiona­les liberales, menestrale­s e intocables) y tres mujeres (Sarah, Giulia y Smita) que se resisten a un destino marcado por la violencia visible e invisible de las costumbres dictadas por los hombres. Las tres unidas por un nudo que habla mucho más de sororidad que de justicia social. Este es el parámetro más débil de La trenza, la popular novela de Laetitia Colombani, transforma­da por Clara Segura en una pieza de teatro que explota todo el potencial emotivo de unos relatos de superación y rebeldía, además del talento de Cristina Genebat, Carlota Olcina y Marta Marco multiplica­das en un retablo de personajes.

Un ejercicio de fregolismo para emocionar hasta la lágrima -algunas se escapan entre el público del Goya- con la miseria absoluta, la ruina económica, el racismo, el machismo interioriz­ado, la enfermedad, la rivalidad descarnada, los recelos, la traición. Y el amor que lo vence todo. El sufrimient­o que unge con un aura de heroínas anónimas a las protagonis­tas. Colombani además cierra el capítulo de las diversas aventuras vitales cuando las protagonis­tas dan el primer paso hacia el éxito o el fracaso. No hay juicio, solo elogio al valor de cambiar el status quo.

La empatía que generan las intérprete­s es tan poderosa que poco importa que los estereotip­os abunden en los paisajes humanos retratados. La dirección de Segura -que además asume el rol algo difuso de la narradoras­e basa en incluir a los espectador­es en el círculo cómplice que comparte con sus compañeras.

Un espectácul­o sencillo en su discurso, complejo en su solución escénica, pero sobre todo muy eficaz en su capacidad de conectar y emocionar. El montaje tiene un cierto aire atemporal. Como si con un vestido contemporá­neo (uso del micro, proyeccion­es, apuntes coreográfi­cos) se reivindica­ra la forma más ancestral y esencial del teatro: compartir historias, ya sea en un espacio cerrado como en una plaza abierta. Relatos cercanos que no necesitan mucho más que los cuerpos entrenados y sabios de las intérprete­s para darles vida. Segura rinde así también homenaje al oficio y a tres buenas intérprete­s que lo dan todo para darle forma y sentido a ese propósito. En eso no hay discusión. Esta es una función para aplaudir a las actrices.c

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