Rusia se pone a la defensiva
Las tropas rusas evacuarán 4.600 kilómetros cuadrados en su tercer gran repliegue
La evacuación anunciada de la margen derecha del río Dniéper en la región de Jersón, que incluye su capital, del mismo nombre, es la tercera del ejército ruso en la guerra de Ucrania después de retirarse de las regiones de Kyiv y de Járkiv. Y es tanto más significativa cuanto que se trata de un territorio de unos 4.600 kilómetros cuadrados que fue declarado en septiembre parte integrante de Rusia por el presidente Vladímir Putin.
Así, en términos únicamente teóricos, las tropas se dispondrían a abandonar territorio ruso sin que Putin parezca considerar, en contra de su propio discurso habitual, que la integridad de Rusia esté amenazada. Hay que recordar –y el líder ruso se ha ocupado de que no se olvide– la doctrina oficial de la utilización del arma nuclear en caso de que el país sufra una “amenaza existencial”.
Pero, en términos reales, lo que representa la decisión –de la que aparece como gran responsable el general Serguéi Surovikin, jefe
El general Surovikin ha optado por hacerse fuerte al otro lado del Dniéper, cerrando el paso hacia Crimea
las fuerzas rusas en Ucrania– es una renuncia a la ambición de conquistar la ciudad de Odesa para completar así el mapa de una ideal Nueva Rusia que comprendería la región del Donbass y todo el sur de Ucrania. Con la reconquista ucraniana de la ciudad de Mikolaiv, en el camino, eso ya parecía poco factible; ahora aún menos.
Ante una ofensiva ucraniana, anunciada repetidas veces –y sin embargo no respaldada por una gran concentración de tropas, de la cual no se ha tenido noticia–, el general Surovikin habría optado por no defender la capital regional de Jersón a ultranza y de espaldas al río Dniéper, cuyos puentes han sido destruidos por las baterías de misiles ucranianas, y en cambio habría decidido retirarse a la otra ribera para fortificarse allí con tres líneas de defensa, a las que hay que sumar el Dniéper como barrera natural, que aún es más ancha aguas arriba de la presa de Nova Kajovka, con su central eléctrica, hoy únide co paso a pie. De este modo, un hipotético avance ucraniano hacia la península de Crimea por el camino más corto se puede convertir en una tarea titánica, que desde luego no sería para mañana.
La justificación que dio el general estrella del ejército ruso en la escenificación televisiva del anuncio de la retirada, junto al ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, se puede calificar de dramática. Surovikin habló de serias dificultades en los suministros hacia Jersón. De ser este el motivo principal, revela un estruendoso fracaso en el sistema logístico ruso, víctima de los ataques ucranianos. El argumento añadido de salvar las vidas de los soldados no mejora precisamente la visión que pueda tener el público ruso de la situación.
Presentado en los medios oficialistas como una “maniobra” –eufemismo que recuerda a un humorístico “movimiento táctico hacia la retaguardia”–, el repliegue no constituye una novedad absoluta. La propaganda ucraniana ha venido diciendo –tal vez por la necesidad permanente de recibir más artillería de misiles de los países amigos– que Rusia tenía en Jersón algunas de sus mejores tropas, pero ya a mediados de octubre (ver La Vanguardia, 22/X/2022) medios rusos independientes especulaban