Luis Zahera ya no quiere ser malo
El actor más duro del cine español reclama un papel de héroe bueno
Luis Castro Zahera (Santiago, 1966) llevaba 12 series y casi 20 películas a sus espaldas cuando la rompedora Celda 211 (2009) lo catapultó a una fama que merecía desde mucho tiempo atrás. Aquel magistral escaparate carcelario fue aplaudido tanto por el gran público como por directores que entendieron su tremendo potencial. Mañana se estrena en España As bestas ,un thriller rural en el que el ideal de vida de una pareja francesa instalada en la Galicia interior choca con dos hermanos, Xan y Loren Anta, que sueñan con dejar atrás la miseria. Solo les avanzamos que las bestias no son únicamente los caballos indómitos con que la película arranca. “La Galicia interior y los problemas vecinales por el impacto de la energía eólica se escapa de los topicazos del contrabando y la cocaína. Ese mundo rural, profundo, es muy cinematográfico: el paisaje, los paisanos, la taberna, el odio... roza el western. Me alegra mucho que algo tan local se esté convirtiendo en universal”, explica Zahera en referencia al aplauso que su tercera película con rodrigo Sorogoyen – quien le asfaltó el camino para el Goya por El reino (2019)– esté levantando en festivales de latitudes tan dispares como San Sebastián, Haifa, Turquía, Chicago, Estrasburgo o Tokio.
Zahera supo que quería ser actor el 12 de febrero de 1982. Sucedió la tarde en que su hermana Ángeles lo llevó al teatro para ver Angélica en el umbral del cielo, de Eduardo Blancoamor. “Fue una revelación, como una aparición de la Virgen María. Me quedé loco. Llegué a casa diciendo que iba a ser actor porque sentí algo increíble. Mi madre se reía pero empezó todo así. De hecho, conservo el programa de la función”. Su madre, María Dolores Zahera, Dolecha y de ahí, Lecha, como todos la llamaban, sigue muy presente. Durante la conversación se refiere a ella varias veces. Llega a jurar por la memoria de la persona que lo trajo al mundo para abandonarlo en 1995, antes de ver a su hijo en la pantalla. “Falleció justo antes de estrenar la serie Mareas vivas. Sus amigas me decían que me veía desde el cielo, estas cosas que se dicen. Pero sí me vio en el teatro y tenía una frase: ‘Hijo mío, haces muy bien el tonto’ (risas)”, recuerda con cariño el actor. Se despidió de ella cambiando Castro por Zahera como homenaje permanente.
Aunque está en el mejor momento de su carrera, no puede sustraerse a lo que llama “tradicional pesimismo gallego”: “Es
En su mejor momento profesional, no puede evitar cierto pesimismo galaico y darle vueltas a que todo puede acabar cualquier día
un defecto o una virtud, no lo sé, pero termino un trabajo y siempre pienso que va a ser el último porque me van a ver el mecanismo, me van a descubrir, soy un fraude… Qué le voy a hacer. Y ves que la gente te arropa mucho, eres popular, vas a comprar la fruta al mercado y la gente se para y te saluda y ahí sí te das cuenta de que te quieren. Pero… Tengo la sensación de estar en el club del último suspiro, por darle un nombre”.
Zahera, el mejor tipo duro que un productor de cine o televisión pueda contratar en España, reconoce que le haría muy feliz ponerse alguna vez una capa de Supermán: “Es lo que ocurre en nuestra profesión: los que hacemos de malo queremos ser buenos y los otros, hacer de malos pero, con toda humildad, el problema verdadero sería no trabajar, así que bienvenidos sean los malvados. Por tremendo que sea el personaje, se disfruta”.
Uno de sus mejores papeles ha sido el de Ferro, lugarteniente de Jose Coronado en Vivir sin permiso. Con él vuelve a trabajar en Entrevías. “Me vino Dios a ver por poder trabajar juntos. Yo soy el caos y Jose es el orden, pero nos entendemos de maravilla. Lo controla todo, es un maestro y resulta alucinante trabajar con él”.
El actor ironiza sobre la turbiedad de sus personajes en el monólogo Chungo, donde su madre también aparece. Hasta el momento y que sepamos, ella sigue siendo la mujer más importante de su vida. “¿Que si soy experto escondiendo a mi pareja? Ay, machiño, más bien es que no hay cristo que me aguante”, zanja con una risotada.c