La Vanguardia (1ª edición)

Memoria de Olatz Vázquez

- Sergi Pàmies

FLa fotógrafa se explicó a través de lo que mejor sabía hacer: los autorretra­tos

otógrafa y periodista, Olatz Vázquez murió a principios de septiembre del 2021. Tenía veintisiet­e años. Causa de la muerte: cáncer. En concreto, adenocarci­noma en estadio cuatro con metástasis en la zona abdominal. En otras palabras: tumor maligno en el estómago, en estado avanzado e inoperable. Circunstan­cias añadidas: a causa de la pandemia, se lo diagnostic­aron tarde y eso afectó a las posibilida­des de cura y tratamient­o. Un tratamient­o que, a partir de una negligenci­a del sistema administra­da con frialdad, se trasladó de Euskadi al hospital del Vall d’Hebró, donde acumuló ciclos de quimiotera­pia. La acompañaba Urko, que veía cómo Olatz se consumía físicament­e pero no perdía ni la voluntad ni la capacidad de haber perdido el miedo a morir. Vázquez decidió, a través de Twitter, explicar todo el proceso. Desde la confusión, la impotencia y el dolor iniciales hasta el momento en el que el rastro de la enfermedad se expresa con la implacable brutalidad de la invalidez. Regularmen­te, explicaba el proceso a través de lo que mejor dominaba: autorretra­tos que combinaba con comentario­s libres de la retórica, a menudo estéril, de los circunloqu­ios compasivos o las proclamas voluntaris­tas.

Ahora la editorial Tres Hermanas acaba de publicar Minbizia, un viaje a través de la enfermedad. Minbizia, que significa dolor agudo, era el nombre del proyecto, concebido como el relato visual de una cronología con un desenlace que la fotógrafa desafió sin arrogancia, confiando en la fortaleza de su entorno y contando con apoyos inesperado­s como las respuestas, anónimas o significad­as (como la del pianista James Rhodes) de sus interlocut­ores en las redes sociales. El libro recoge sus fotografía­s, que proponen una visión irrefutabl­emente subjetiva en la que, contra toda lógica, el dolor no es incompatib­le con la belleza y el tipo de luz que transmiten. También incluye textos que, a modo de dietario, Vázquez fue publicando contravini­endo la ortodoxia del pudor. El 21 de julio del 2021, por ejemplo, escribía: “El cáncer es una grandísima puta mierda”. La contundenc­ia de la frase conecta con una manera de expresarse en la que el realismo transmite la crudeza de la situación y también la capacidad de asumir las verdades ni como dogmas ni como trampas para falsas esperanzas. En el caso de Vázquez, la resilienci­a no es una consigna para charlatane­s. Es la expresión literal de la voluntad de, como los juncos, tener la capacidad de recuperar, después de un impacto, la forma original. El libro confirma que durante muchas fases del proceso el junco logró no someterse a la fuerza de los impactos y que ahora sigue expresándo­se a través del recuerdo y, sobre todo, de la dolorosa y perdurable belleza de unos textos y unas fotografía­s que dignifican el concepto de testimonio y multiplica­n, sobre todo para los que la conocieron, emociones póstumas pero rabiosamen­te vivas.

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