The Cure: un chute vital indispensable
La banda volvió al Palau Sant Jordi con un concierto contundente y antológico y el estreno de varios temas inéditos
“Como decíamos ayer”, debieron de pensar la mayoría de los 17.200 devotos asistentes al concierto que The Cure ofrecieron ayer en Barcelona. Porque era palpable la magia existente con la legendaria banda británica desde aquel último ofrecido en idéntico escenario hace seis años. Por fin se acabó el ayuno musical para los que el rock de los británicos es un indispensable chute vital.
Después del intenso prolegómeno ofrecido por The Twilight Sad, cuando aparecieron sobre el escenario del Palau Sant Jordi a las nueve de la noche, aquello fue apoteósico. Y eso que el vehículo con el que entraron no era especialmente conocido: la canción Alone, uno de los temas inéditos hasta ese momento en el coso barcelonés, y que incluirán en su muy anunciado próximo álbum Song of a lost world. Al acabarla Robert Smith dijo en plan british “hello again”, para recordar que han pasado seis años de su última visita. Los años no pasan en balde pero la
imagen sigue allí. Y, sobre todo, la actitud que desplegaron él (voz y guitarra), Simon Gallup (bajo), Reeves Gabrels (guitarra) o esa metralleta del ritmo que es Jason Cooper (batería). Como dicta el
canon, la presencia de Smith al micrófono con su look único tuvo su contrapeso en el andar siempre inquieto y en primea fila del bajista Gallup, todo ello en un escenario sin excesos y todo centrado en
el sonido y la fantástica tarea de esta banda de currantes de la música.
Comenzaron con ese tema estrenado mundialmente el pasado 6 de octubre en Letonia en el marco de esta gira europea hace unas semanas y a partir de allí ofrecieron una auténtica catarata de recuerdos, himnos y música, donde cohabitaron melancolía, rock, pop, gótico y psicodelia. Una avalancha cuya segunda entrega fue la insuperable Pictures of you, ya partir de allí el guion fue seguido de la manera prevista, es decir, que la parte oficial finalizó con otro de los estrenos, Endsong. Entremedio, un poco de todo, como el Burn con Smith tocando un flautín en medio de una tormenta sonora o los desarrollos guitarreros de A forest. Luego seguirían dos bloques de bises que se extendieron hasta la decena, llenando dos horas y media de placer.
En esas casi treinta canciones que se pudieron oír hubo incursiones en buena parte de su discografía dando a la velada una dimensión antológica según su criterio (incluyeron la canción Trust del álbum Wish de 1992, y que apenas la tocan en vivo). Y en la que fueron intercalando otros inéditos como And nothing is forever (una balada con una prolongada introducción instrumental y que muchos siguieron agitando la luz de sus celulares), I can never
o la novísima A fragile